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Después del Diluvio Universal él tenía que cumplir la orden sagrada de esparcirse por la tierra por lo que se fue con su numerosa familia hacia Occidente. Su barco navegó por el Atlántico echando amarras en el estuario de un río al que puso el nombre de Turi-o al tomar posesión de él y de las riberas cuyas fértiles tierras regaban sus aguas. Allí fundo un pueblo al que dio su nombre: Setúbal. Aquel clima templado era idóneo para los viñedos y también los plantó para lograr que las uvas diesen un exquisito vino blanco al que llamaría moscatel.
Años después volvió a ponerse en el camino para cumplir el mandato divino, por lo que se echó de nuevo con su barco a la mar y llegó hasta el Cantábrico deteniéndose en un gran estuario natural en lo que hoy conocemos como la ría de Aboño.
Allí creó, en un estratégico promontorio en lo que ahora denominamos cabo Torres, otro pueblo homenajeando a su abuelo al ponerle el nombre de Noega: el agua rodea al pueblo de Noé.
Gran conocedor del tratamiento de los metales Túbal y su familia crearon en Noega un poblado de caldereros para la fundición del bronce, el cobre, el estaño, la plata, el oro y el hierro. Se llamaban cilúrnigos por ser caldereros. Sus profundos conocimientos sobre la Metalurgia –hasta entonces desconocida por estos lares- motivó que el poblado de Noega en uno de los asentamientos más prósperos de toda la costa del Cantábrico.
Veintisiete siglos después, en el yacimiento arqueológico, todavía se han podido encontrar crisoles, toberas, moldes de fundición, lingoteras, fíbulas, pendientes, pasadores, anzuelos y anillos, lo que demuestra la importancia de la industria que hubo en aquel asentamiento creado por gentes que procedían de la Iberia caucásica con técnicas desconocidas.
De acuerdo con las últimas investigaciones arqueológicas realizadas en la Campa Torres el conjunto defensivo del castro está compuesto por un foso en forma de «V» y excavado en la roca base, contrafoso o muralla inferior, antecastro y muralla.
Todos estos elementos aseguran los expertos forman uno de los conjuntos de arquitectura más espectacular y absolutamente desconocida en fechas tan antiguas en la fachada atlántica peninsular, ya que su construcción pudo iniciarse en el siglo VII antes de Cristo.