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Channel: LAS MIL CARAS DE MI CIUDAD
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UN CRONISTA PARA LA VILLA ("El Comercio", 25/01/2014)

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Joaquín Alonso Bonet 
ISABEL MORO.- Tal como andan las cosas por el consistorio es de suponer que lo que menos importe en este momento sea el nombramiento de un cronista oficial. Pero se da la circunstancia que somos una villa preocupada y ocupada en más temas que aquellos que emanan directamente de los políticos. No me voy a meter con ellos, que no cunda el pánico no tengo intención de convertirme en una plañidera más. Prefiero llorar mis penas en casa. Digamos que en estos momentos estoy más inmersa en temas intrascendentes para la marcha del país, pero trascendentes para nuestro acervo cultural: el pasado y el presente. Y si me remonto  al pasado tendré que hablar de Joaquín Alonso Bonet, el penúltimo cronista oficial de Gijón, también redactor  jefe de El Comercio durante algunos años.   Un hombre de letras,  un recopilador de las  pequeñas historias de Gijón. “Pequeñas historias de Gijón” era precisamente el título de un libro que recogía  artículos publicado en El Comercio entre 1960 y1966, que él mismo decía era “El sucedido intrascendente, la figura notoria, las costumbres populares y, en fin, todo eso que no está escrito en ninguna parte.” Yo añadiría que son cosas de escasa importancia y que, por eso mismo, pasan durante un tiempo por transmisión oral y si no hay una persona que las recoja, terminan en el olvido. Pero en ellas está nuestra esencia, aquella  que nos diferencia de otros pueblos cercanos. Ya sé que se me dirá, con toda razón, que un cronista es algo más que un contador de anécdotas: lo es. Pero las cosas más trascendentales las recogen los medios de comunicación sin ningún problema, nunca se pierden, para eso están  las hemerotecas. Aunque en estos momentos la de Gijón esté… donde esté, pero volverá. 
Alonso Bonet falleció en 1966 y tuvieron que pasar  unos cuantos años más para que Patricio Adúriz fuese nombrado oficialmente cronista de la villa. Lo que sucedió en 1982. Haciendo cuentas, nada menos que 26 años de vacío. Curiosamente Patricio, hombre erudito donde los hubo, también estuvo vinculado al diario El Comercio, en el que semanalmente publicaba un artículo, que si no me falla   la memoria, se  titulaba “Gijón en el recuerdo”. Fallece Patricio en 1992 y Gijón se queda sin cronista oficial otra vez. Hace 22 años que estamos sin él.
Patricio Ardúriz


                          
Llegado este punto uno se pregunta si será tan dificultoso encontrar a la persona idónea para ocupar el puesto que, además, es honorífico. Es decir, no lleva sueldo. A poco que uno se asome al mundillo de la cultura gijonesa encuentra verdaderos cronistas que, sin serlo, están dejando constancia de lo que acontece en la villa. Es decir, lo son de facto pero sin nombramiento oficial.
Corresponde el nombramiento a nuestra corporación, que, ya se sabe, tiene cosas mucho más importantes que hacer, pero yo desde aquí me atrevo a sugerirles que nombre un cronista oficial, que podamos presumir de esa figura. Como lo hace Oviedo, por ejemplo, con su Carmen Ruíz Tilve. ¿Por qué nosotros no?
                                             

PATSY, LA PRIMA QUE TENÍA AL OTRO LADO DEL OCÉANO

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Una sola vez en mi vida vi a Patsy, pero siempre estuvo en mi vida, en la de mi familia. Desde niña siempre me hablaron de Patsy, de Maribel, de Germán... Y entre nuestras fotos familiares las había  de los primos que vivían al otro lado del océano. Recuerdo que me llamaban mucho la atención porque eran todos guapísimos y lucían unos trajes que mis ojos de niña veían dignos de princesas. Mi abuela, Sara, adoraba a ese hermano, Germán, que con 14 años se embarcó rumbo a las américas que se decía entonces. Ella me contaba en las tardes de invierno que pasábamos en Porceyo, su lugar de origen, historias que me fascinaban, que sucedían a miles de kilómetros pero que ella incorporaba a mi vida:  aunque estén lejos son nuestra gente, me decía siempre. Y me hablaba de Patsy, de Maribel, de Germuncito, de esos entonces jóvenes que vivían muy lejos, pero que un día vendrán a vernos afirmaba convencida. Para mí ese día llego, hace ya algunos años, conocí a Patsy, a Maribel, posteriormente a Germán Junior. Y no me defraudaron, lo que me contaba mi abuela era verdad: mi familia de América era estupenda. Y empecé a quererla, empecé a interesarme por ellos. Y albergaba la esperanza de reencontrarlos de nuevo. Con Patsy ya no podrá ser en esta tierra, pero sé que un día sucederá. Tengo fe.
Con tristeza recibo la noticia de su fallecimiento, y pocos días después el texto que sigue que le dedicó su hermano, Germán junior. En él se dice todo. Por él la conoceréis, mi abuela, que adoraba a sus sobrinas, no lo hubiese podido hacer mejor. Descanse en paz Patsy, su vida ha merecido la pena. 




Un mes ha pasado desde que Patsy se nos fue y sigo teniéndola presente como si estuviese del otro lado de la línea telefónica, o estuviese tocando a la puerta como el Rey Mago para quien cualquier día es 6 de enero y todos los días un motivo para ofrecer ayuda. Por ello, doy la bienvenida a mis fantasías e irracionalidades; una de las cuales es que muchas de mis acciones las sigo punteando como si estuviese comentándolas con ella.

Durante los días que siguieron a su dies natalis, familiares y amigos enviaron sentidas notas con el respaldo de la autenticidad. Valga destacar que Patsy encarnaba la aspiración evangélica de dar la otra mejilla y en esto quiero hacer hincapié porque fue la única persona que he conocido  con ausencia de rencor.

Si, había ocasiones en que se molestaba con alguien o algo y también es cierto que regañaba a quien a su juicio, niño o adulto, merecía una alerta de corrección; pero hagamos memoria y aceptaremos que siempre era movida por una intención sana sin permitir que en ella se asentara ningún rencor porque adolecía de memoria para el desquite. Pensemos en nosotros, yo incluido, ¿cuántas veces negamos una ayuda porque cuando la pedimos no se nos dió?; ¿cuántas veces descartamos a alguien porque en un momento nos ignoró?; ¿cuántas veces negamos un simple saludo a quien no nos saludó?; ¿cuántas veces nuestros actos son gobernados por el egoísmo o la cicatería?…la lista es larga; pero en el caso de Patsy es tan corta que no existió.


Esto me trae a la mente -si me permiten la referencia- el famoso panegírico convertido en arenga que Marco Antonio dedicó a los romanos en el drama “Julio César” de Shakespeare cuando dijo “el mal que hacen los hombres perdura mas allá de la muerte… el bien, a menudo, es enterrado con los huesos”. En el caso de Patsy, el mal no lo hizo ella, lo recibió de Crohn, de las alergias, y de las incidencias cardiopulmonares, incluyendo el asma. Todos los cuales quedaron en sus cenizas; pero el bien que hizo perdurará mas allá de nuestra generación porque, en la aventura de vivir, Patsy fue una heroína de lo cotidiano.  (Germán, su hermano)

LA OLONA

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Ola gigante, procedente de la página de El Tiempo
Una “olona” ha venido a estropearnos nuestro muro de San Lorenzo. Y no digo  una ola, así a secas, porque entonces no estaría hablando de Gijón. Aquí en mi ciudad por razones que desconozco, pero que deben de venir de antiguo, todo es grande: el Molinón, la Escalerona, la Iglesiona, la Cerona (así, sin a)… Vamos que somos grandones. Y grandona ha sido esa ola que si nos descuidamos nos deja sin paseo. En verano padecimos que la mar, en femenino como dicen los marineros, nos dejara casi sin arena y ahora nos toca el paseo. Quienes nacimos en Gijón no podríamos vivir sin asomarnos en algún momento a contemplar la costa que limita  nuestra villa marinera, aunque  ya no queden lanchitas  que se llamen Conchita, la Nena o  La más bonita,  amarradas al espigón del puerto pesquero, hoy deportivo. Aunque en el mes de febrero ya no se recojan algas en la bajamar, con carro y burro incluido. Ya nada es igual, salvo las olas: esas no han cambiado. Y sus consecuencias tampoco. Hace años, me contaba mi madre, que había temporales como el que esta semana nos azotó, y que acababan con todo lo que pillaban por medio. Siempre fue igual, no te creas lo del cambio climático, me apostilló durante la conversación. Y yo, que sí me creo lo del cambio climático, tengo que dar por bueno lo que me cuenta: ella lo ha vivido.

Foto de Citoula, diario "El Comercio"
Cuando estaba comenzando la construcción del Muelle de la Osa en el Musel -creo fue en la década de los setenta-  mi amigo Marino Galán, ya fallecido, me decía insistentemente que ese cierre artificial que se estaba haciendo modificaría la playa, la dejaría sin arena.  A la vista de lo que está sucediendo empiezo a pensar que debía de tener razón. Él se  hartó  de publicar en los periódicos las razones que argumentaba para evitar  que tal cosa sucediese. Nadie le hizo caso. Como tampoco nadie escuchó  las voces que se alzaron cuando se construyeron a pie de costa esos altos edificios que quitan el sol a media  playa en pleno verano. No obstante, la mar –o más bien la naturaleza-, con razones o sin ellas, es la dueña y señora de esta tierra nuestra. Dudo mucho que podamos frenar esos cambios que han hecho posible que lo que hoy  es montaña en otro tiempo fuera costa, y viceversa. Y que la  mar llegase hasta la puerta de la Villa. Pues así fue.                       

SI LO DICE EL PERIÓDICO... ("El Comercio", 4/02/2014)

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Mucho ha cambiado el mundo de la información en los últimos años. Por supuesto, para mejor. Pero, esos cambios se han llevado por delante algunos placeres, que quienes ya tenemos una edad hemos tenido, y que ahora han sido sustituidos por otros que seguro también lo son –placeres-,  pero que nos resultan algo  más complicados y menos cercanos.  
La televisión, la radio, las redes sociales, nos ponen al corriente, en tiempo real, de lo que acontece en cualquier parte del mundo. Es importante saber lo que se cuece más allá de nuestro entorno, al otro lado  del océano, pero la mayor parte somos ciudadanos de a pié que, sin desdeñar lo que sucede allende nuestra fronteras, nos interesa, y mucho, lo que pasa en la ciudad en la que vivimos. Eso, no lo dudo,  es provincianismo, pero no me importa.
Una, que es hija de periodista –aunque no lo fuera de facultad, sí lo fue de hecho-, conoció desde muy pequeña el olor que desprende el periódico que un repartidor colocaba en la puerta de casa a primera hora de la mañana, el placer de leer las noticias a la vera de una taza de café servida en la cocina: un ritual indispensable para empezar bien el día. En mi caso concreto, recuerdo las pequeñas disputas familiares por coger el primero “El Comercio”, que por razones obvias era el de cabecera en mi casa,  o esas prisas que le metíamos a quien nos precedía. Luego venían los comentarios a tal o cual noticia, con preferencia las locales, las que sucedían en la ciudad, las que protagonizaban  nuestros vecinos o nuestros políticos. Curiosamente, esto no ha variado demasiado, me refiero al interés por las cosas locales. Seguimos comprando el periódico para ver qué sucede a nuestro alrededor, del resto ya nos informa la radio a primera hora, o la televisión. Hoy, sin ir más lejos, todo el mundo estaba pendiente de las fotos que el diario publicaba de la “olona” que invadió el Muro. Varias veces me han preguntado a lo largo de la mañana: ¿Has visto la foto en el periódico? Y me consta que también nos la sirvió la televisión, y casi en tiempo real. Pero había que verla en el periódico, en nuestro periódico; porque, además, era nuestra ola. Y lo nuestro seguimos queriendo constatarlo en ídem medios, en aquello que consideramos inseparable de la vida de la ciudad: la prensa local. Mi padre decía, hace ya muchos años, que lo que no sale en el periódico no existe.  Por eso una, que por imperativo de la modernidad, ya lee  en el Kiosco digital, barrunta que queda prensa escrita para rato. Que así sea.

Isabel Moro

"LA COMARCA", el periódico de SALAS Y PRAVIA edita su número 100

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Portada del número 100 de "LA COMARCA"
No es la primera vez que en Las mil caras de mi ciudad hablo de este periódico, pero en esta ocasión tengo una razón de muy especial para   hacerlo: su número 100.
Si tenemos en cuenta que es una edición mensual y que en un año se publican doce ejemplares... salen unos cuantos años. Pues todos ellos he recibido puntualmente la publicación, como sus cada vez más numerosos suscriptores. Siempre he pensado que este "periodiquín", como gusta llamarlo  a su redactor, director y editor, José Manuel, era un lujo periodístico que él -José Manuel- regala cada mes  a sus vecinos, vivan o no en la zona, porque me consta que traspasa fronteras, que al otro lado del océano también tiene lectores. 
Nació casi siendo poco más que una hoja parroquial, porque ningún apoyo tenía José Manuel. Es más, le costaba dinero de su bolsillo; pero poco a poco han ido incorporándose  suscriptores y anunciantes, y con ello más páginas. Hoy tiene ya entidad de periódico, o revista, que poco más da. Y en este número cien se ha incorporado el color. En tiempo de crisis esto puede considerarse un milagro, aunque yo no creo en los milagros. O sí creo, pero siempre que vengan avalados por el trabajo de quien los consigue, en este caso de José Manuel. 
Probablemente en este momento yo debería de escribir que es fantástico, que... Pero no lo haré,  no quiero caer en la trampa del halago: no es necesario. Hay cosas que hablan por sí mismas, que no necesitan voceros para cantar sus bondades. Este es el caso. José Manuel -mi maestro periodístico- sabe perfectamente lo que opino de la publicación sin que se lo diga. Únicamente añadiré: ánimo amiguín. Él conoce perfectamente su significado. 

Queda claro el trabajo en equipo


Ya lo creo que acertaste "amiguín"
Pues también yo he participado en este número 100


ÉSTE ES EL TEXTO DE MI COLABORACIÓN

La Comarcaedita su número cien y su director/editor/distribuidor me dice si puedo colaborar en esta onomástica. La petición no hubiese sido necesaria, porque pensaba, sin que él me lo dijera, sumarme a este momento feliz de este  periodista de raza a quien tan bien conozco y cuyas alegrías son también las mías.
Yo llamo a La Comarca el “Hola”, porque es un fiel reflejo de la vida social de eso, de La Comarca. Nadase escapa al ojo periodístico de quien lo es. Quienes conocemos la publicación sabemos que todo lo que suceda en la zona será fielmente reflejado en el próximo número. Y que una persona, sin ganar nada con lo que hace, me temo que en algún momento poniendo dinero de su bolsillo, se preocupe y ocupe de la vida de unos pueblos que van desapareciendo por el abandono en que los han ido sumiendo, demuestra querer mucho a  sus gentes y  amar también mucho una profesión que escogió libremente y que me consta le ha hecho feliz a lo largo de su vida.
Cuando hace tiempo José Manuel, o Arango, como se le quiera llamar, me comentó la idea de publicar una revista para su “comarca”, le animé, siempre estuve convencida que sería un éxito y que lo haría magistralmente. No me equivoqué.

Quisiera, aunque tal vez aquí no proceda, pero lo diré, hablar un poco de este director de periodiquín de pueblo, como solemos llamarlo él y yo familiarmente. José Manuel ha sido para mí un maestro de periodistas. Me ha enseñado a olfatear la noticia, pero no sólo eso, también a ver a la persona que hay detrás de cada acontecimiento, detrás de cada suceso. No hay que narrar los hechos fríamente, eso no es suficiente nenita –me decía-, hay que captar la esencia, no olvidarse que detrás de todo siempre hay personas, con penas y alegrías, todo debe de  ir en función de esas personas. Y esa enseñanza no la he podido olvidar nunca. Él la practicó siempre, por eso hoy con su “Comarca” está tan cerca del pueblo y así le quieren. Es una suerte para Pravia, Salas y alrededores que un paisano, que es lo que es de los pies a la cabeza, recorra los pueblos, casa por casa y se interese por lo que a cada uno le sucede y luego, de fe, como si de un notario se tratase de cuanto acontece en “La Comarca”. Yo ya espero por el número 200, que está ahí a la vuelta de la esquina. Mi más sincera enhorabuena al director y a los lectores que son, en suma, la razón de este “Hola” de Salas y Pravia. 

LA GENERACIÓN QUE CONSTRUYÓ ESPAÑA

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ME GUSTARÍA  CONOCER AL AUTOR DE ESTA REFLEXIÓN.  QUIEN ME LO HA ENVIADO TAMPOCO SABE DE QUIEN ES.

                  “¿Quiénes son los pobres? Los nietos de los ricos”
                                                                                      Aforismo castellano

Cuando analizas lo que ocurre en una empresa o una sociedad, debes buscar las causas que provocan su situación, porque sólo trabajando sobre las causas, puedes cambiar los efectos. Y no tengo ninguna duda de que una de las principales causas de la prosperidad que vivimos en los años pasados fue la actitud de la generación de nuestros padres, y una de las principales causas de la crisis, es haber perdido esa actitud.

Recuerdo que hace años, un empresario brillante que viajó a China para hacer negocios, me comentaba: “China va a ser imparable. Cuando llegas allí el ambiente te recuerda la España de los años 70. Todo el mundo quiere trabajar mucho, ahorrar, comprarse su casa, su coche, que sus hijos vayan a la universidad… Cuando una generación está así centrada, no hay quien la pare” Este pensamiento me hizo reflexionar entonces y me ha vuelto a la memoria al contemplar a las tres generaciones que convivimos.

Mis padres tienen en torno a 70 años, y siempre han sido un ejemplo de trabajo, honradez, austeridad, previsión y generosidad. Pertenecen a una generación que, como dice mi padre, les tocó el peor cambio: de jóvenes trabajaron para sus padres y de casados para sus hijos.

Son gente que veían el trabajo como una oportunidad de progresar, como algo que les abría a un futuro mejor, y se entregaron a ello en condiciones muy difíciles. Son una generación que compraba las cosas cuando podía y del nivel que se podía permitir, que no pedía prestado más que por estricta necesidad, que pagaban sus facturas con celo, y ahorraban un poco “por si pasaba algo”, que gastaban en ropa y lujos lo que la prudencia les dictaba y se bañaban en ríos cercanos, disfrutando de tortillas de patata y embutidos, en domingos veraniegos de familia y amigos.  Y tan sensatos, prudentes y trabajadores fueron, que constituyeron casi todas las empresas que hoy conocemos, y que dan trabajo a la mayoría de los españoles. Sabían que el esfuerzo tenía recompensa y la honradez formaba parte del patrimonio de cada familia. Se podía ser pobre, pero nunca dejar de ser honrado.  La democracia significaba libertad y posibilidades y seguir viviendo en armonía y respeto.

Y cometieron los dos peores errores imputables a esa generación:

1)      “Que mis hijos no trabajen tanto como trabajé yo”. Nos cargamos la cultura del esfuerzo y del mérito de un plumazo, convirtiendo el trabajo en algo a evitar.

2)      “Como tenemos unos ahorrillos, hijo, tu gasta, que para eso están tus padres”. Con lo que mi generación empezó a pensar que el dinero nacía en las cuentas corrientes de sus padres, que daban la impresión de ser inagotables y que los bancos eran unas fuentes inagotables de hipotecas, rehipotecas y contrarehipotecas.

Y entonces, eclosionó nuestra generación (yo soy del 67).

La generación de los nuevos ricos, la generación de “los pelotazos”, del gasto continuo, de la especulación, de la ingeniería financiera, de la exhibición del derroche, la de lo quiero todo y lo quiero ya, la de “papá dame”.

Y todos nos volvimos ricos (en apariencia), todos nos convertimos en gastro-horteras. ¿Conocéis a alguien que se atreva a comer un bocata de chorizo? Le corren a gorrazos por paleto. Ahora hay que comer hamburguesas construidas al aroma de los almendros al atardecer. ¿Y qué decir del vino? Pasamos del Don Simón con Casera, al Vega Sicilia sin fase de descompresión. El vino ya no está “bueno”, ahora tiene matices a fruta del bosque, con un retrogusto alcohólico, que adolece de un cierto punto astringente, con demasiada presencia de roble. Esto, por supuesto, a golpe de docenas de euro, que para ser un “enterao” hay que pasar por taquilla. ¡Y es que pocas cosas cuestan tanto, como ocultar la ignorancia!

Somos la generación de “endeudarse para demostrar que eres rico”. Increíble pero cierto.

¿Sólo debes 500.000 €? Es que eres un cutre. Mira, nosotros debemos ya 2.000.000 y nos están estudiando una operación por otros 2 más.

Vosotros sí que sabéis sacar provecho al sistema… Ojalá yo algún día pueda deber esas cantidades. ¡Cuánto envidio tus préstamos!

En Alemania no daban abasto a fabricar Mercedes, Audis, BMW para los españoles.

Irrumpió Europa en nuestras vidas y llegó en forma de mega infraestructuras que producían mega comisiones para todos los involucrados. ¡Viva el cazo! ¡Viva el yerno del Rey! ¡Que se besen los padrinos! Además llovían las subvenciones, nos daban una fortuna por plantar viñas y luego a los dos años otra fortuna por arrancarlas. Que llegaba un momento que no sabías si tenías que plantar o arrancar. A propósito, ¿Qué toca este año?

Si algún “tarao” dice que hay que parar esto, se le lapida y  “que no pare la fiesta”. Por supuesto que todos estamos de acuerdo que esto es imposible que se sostenga, pero hay que empezar a recortar por el vecino, que lo mío son todo derechos esculpidos en piedra en la sacrosanta constitución.  De la siguiente generación mejor no hablar (lo dejaré para otro post).  Esa es la generación que dice el aforismo que será pobre, por ser nieta de ricos.  Si somos incapaces de volver a los valores con los que se construye una sociedad sostenible, nos hundiremos, eso sí, cargados de reivindicaciones.

En mi casa siempre he tenido un ejemplo vivo de cordura, honradez y esfuerzo. Y no han sido menos felices que nosotros. Los psiquiatras, de hecho, dicen que al revés, que han sido bastante más. Debe ser que la sencilla tortilla, el melón fresquito, comprar el sofá cuando se podía, poner las cortinas cosidas por nuestra madre, con ayuda de la abuela, trabajar y echarle huevos para emprender (aunque no lo llamaban así) no debía ser mala receta.

Desde aquí quiero dar las gracias a mis padres y a toda esa generación que nos regalaron un país cojonudo, que nos hemos encargado de arruinar (entre todos, que todos hemos aplaudido la locura), y que sólo con que nos descuidemos un poquito más, le vamos a dejar a nuestros hijos un protectorado chino, donde serán unos esclavos endeudados y tendrán unas historias legendarias sobre la prosperidad que crearon sus abuelos, empeñaron sus padres y son incapaces de imaginar los nietos.

Estamos a tiempo de cambiarlo, pero cada vez tenemos menos. 

LA OLONA

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Ola gigante, procedente de la página de El Tiempo
Una “olona” ha venido a estropearnos nuestro muro de San Lorenzo. Y no digo  una ola, así a secas, porque entonces no estaría hablando de Gijón. Aquí en mi ciudad por razones que desconozco, pero que deben de venir de antiguo, todo es grande: el Molinón, la Escalerona, la Iglesiona, la Cerona (así, sin a)… Vamos que somos grandones. Y grandona ha sido esa ola que si nos descuidamos nos deja sin paseo. En verano padecimos que la mar, en femenino como dicen los marineros, nos dejara casi sin arena y ahora nos toca el paseo. Quienes nacimos en Gijón no podríamos vivir sin asomarnos en algún momento a contemplar la costa que limita  nuestra villa marinera, aunque  ya no queden lanchitas  que se llamen Conchita, la Nena o  La más bonita,  amarradas al espigón del puerto pesquero, hoy deportivo. Aunque en el mes de febrero ya no se recojan algas en la bajamar, con carro y burro incluido. Ya nada es igual, salvo las olas: esas no han cambiado. Y sus consecuencias tampoco. Hace años, me contaba mi madre, que había temporales como el que esta semana nos azotó, y que acababan con todo lo que pillaban por medio. Siempre fue igual, no te creas lo del cambio climático, me apostilló durante la conversación. Y yo, que sí me creo lo del cambio climático, tengo que dar por bueno lo que me cuenta: ella lo ha vivido.

Foto de Citoula, diario "El Comercio"
Cuando estaba comenzando la construcción del Muelle de la Osa en el Musel -creo fue en la década de los setenta-  mi amigo Marino Galán, ya fallecido, me decía insistentemente que ese cierre artificial que se estaba haciendo modificaría la playa, la dejaría sin arena.  A la vista de lo que está sucediendo empiezo a pensar que debía de tener razón. Él se  hartó  de publicar en los periódicos las razones que argumentaba para evitar  que tal cosa sucediese. Nadie le hizo caso. Como tampoco nadie escuchó  las voces que se alzaron cuando se construyeron a pie de costa esos altos edificios que quitan el sol a media  playa en pleno verano. No obstante, la mar –o más bien la naturaleza-, con razones o sin ellas, es la dueña y señora de esta tierra nuestra. Dudo mucho que podamos frenar esos cambios que han hecho posible que lo que hoy  es montaña en otro tiempo fuera costa, y viceversa. Y que la  mar llegase hasta la puerta de la Villa. Pues así fue.                       

LUNES, 17 de febrero

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¿Qué tiene de especial esa fecha? Nada. A no ser que es lunes y que no tengo muchas ganas, o ninguna, de trabajar. Tampoco de escribir, pero lo intento. Es un ejercicio que no me viene nada mal, incluso aunque nadie se interese por mis tonterías, que eso sería lo más normal. Pero como tengo muchos amigos/as que me quieren bien, o que por lo menos no me ignoran, lo intento. Y sé que así es porque cuando tardo un poco –cada vez más - en escribir algo en el blog, me lo recriminan. Si me querrán bien –eso ya lo dije-  para aguantar mis rollos. 

Escribo, lo sé, de nada. Pero de no mucho más lo hacen algunos –no todos-  de los prebostes que llenan a diario los periódicos.  Unos, porque se empeñan en emponzoñarnos, más de lo que estamos, con temas políticos; otros, porque sueltan unos rollos imposibles de tragar sobre algún tema que les parece de interés –que lo es para ellos- y que  a la mayor parte de los lectores ni nos va, ni nos viene; y quedan los terceros –raza en extinción- que son los que se acercan a la vida de los ciudadanos, los que hacen periodismo de proximidad, los que nos cuentan historias que nos interesan, porque forman parte de nuestra vida. Curiosamente la nueva generación de periodista menosprecia, a su manera, ese periodismo de calle que hasta hace no muchos años se practicaba en pequeñas ciudades como ésta de  las mil caras. Y son precisamente esas mil caras que tiene la villa las que a nosotros, lectores de a pie, nos interesan.  De la ciudad nos gustan sus gentes, sus rincones, las anécdotas que protagonizan algunos ciudadanos geniales, nuestros héroes –que también los tenemos- y un largo etcétera que pasa desapercibido a quienes manejan los medios y tiene el poder de la comunicación en sus manos. Pero qué queréis que os diga, cada vez están más lejos de nosotros. Que sí, que nos interesa lo que pasa en la casa consistorial, que nos interesa saber si fulano o mengano metió la mano en la caja pública, todo eso está muy bien, pero lo único que consiguen es ponernos de al humor ya con el ojeo que damos a la prensa con el desayuno. Y cada vez con más frecuencia oyes decir que es que el periódico dice siempre lo mismo. Que no es cierto, lo sé. Pero los nuevos periodistas, los de la  Facultad de Ciencias de la Información– que yo también lo soy, aunque de las primeras promociones- deberían de darse cuenta que repetir las noticias que ya ha dado a primera hora de la mañana la radio y la televisión no tiene ninguna ciencia. Que quienes comprar el diario quieren encontrarse con temas diferentes y, fundamentalmente, próximos, aquellos temas  que nos tocan directamente.
Creo que acabo de escribir para nadie, pero dicho queda. 

"RAFAEL MERÉ Y EL MUSEO DE LA GAITA", ("El Comercio, 18/02/2014)

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Posiblemente a casi nadie le suene el nombre de Rafael Meré. Primero, porque estamos acostumbrados a olvidar con facilidad y, segundo, porque si uno puede atribuirse algo que no ha hecho, pues mejor que mejor.
Y algo de esto último ha sucedido con el Museo Internacional de la Gaita, hoy ubicado en el Pueblo de Asturias. He oído con estupefacción cómo quienes hoy velan por el patrimonio etnográfico atribuían la creación del museo a quien nada ha tenido que ver en su fundación. Posiblemente sí en su traslado al Pueblo de Asturias. Pero no es lo mismo.
El museo fue fundado en el año 1965, y el Pueblo de Asturias en 1969. Las fechas ya hablan por sí solas. La iniciativa y gestión preliminar estuvo a cargo de Daniel Palacio – de quien nadie habla- y el trabajo de recopilación de gaitas y documentación  de todo el mundo lo hizo un hombre menudo, enjuto, callado, discreto…, que se llamaba Rafael Meré. El resto fue cosa  del Ayuntamiento,  a la sazón  encabezado  por Ignacio Bertrand.
Rafael Meré pertenecía a esa generación de ilusos que en el siglo pasado trabajaban
a cambio de nada, simplemente porque amaban lo que hacían. Una antigualla  en los tiempos que ahora vivimos, en los que cualquier iniciativa va precedida de muchos euros. Entonces, en la década de los sesenta y de  los setenta también, los recursos eran escasos y había que entregarse a las causas en condiciones difíciles. Trabajo, honradez y austeridad eran posiblemente los únicos mimbres de que disponían.  Tres características que poseía Meré sobradamente y de las que puedo dar fe. Como ya dije, era un hombre menudo, de eso que pasan desapercibidos allí donde van. Siempre la misma gabardina, austeridad en todo su atuendo, ningún signo externo que revelase que era un sobresaliente especialista en el conocimiento de la gaita y su música: lo era. “Yo no me casé -me decía  entre risas y bromas  en nuestras frecuentes  conversaciones-, pero todo el mundo tiene que poner una gaita en su vida, yo decidí poner unas cuantas”.
Casa de los Valdés, actual ubicación del Museo de la Gaita

Él la dedicó – la vida- al estudio de ese instrumento tan unido al folklore y a las costumbres de los pueblos. Pero no se conformó Rafael con estudiar la gaita asturiana, la de las romerías, las procesiones o cualquier manifestación lúdica, fue mucho más allá: le interesaban las gaitas de todo el mundo. Yo, que he visto nacer el museo, fui testigo de cientos de cartas que enviaba a un país y otro, solicitando información, fotos, cualquier aportación histórica del instrumento cuyos orígenes  él remontaba al siglo VIII. Era frecuente verlo intentando traducir un texto encontrado en cualquier revista francesa, inglesa o del idioma que fuera, preguntando a todo el que se le ponía a tiro si hablaba tal o cual lengua. Toda la información alusiva al instrumento le interesaba.
Y así, con un coste mínimo – algunas veces un simple sello de correos- fue reuniendo gaitas, documentación, iconografía…, hasta que el museo fue una realidad.
Antes de estar en el Pueblo de Asturias, se ubicó en la entonces oficina de información y turismo en un lateral del antiguo Instituto Jovellanos. Un espacio que pronto se quedó pequeño para tanta información recopilada.  Como es sabido, ahora está  en la Casa de los Valdés del Pueblo de Asturias. Pero eso se hizo posteriormente, cuando ya Meré había fallecido, por lo que no es correcto – como afirman algunas personas- decir que el Museo Internacional de la Gaitanació a la sombra del museo etnográfico.  Nació por el tesón y el esfuerzo de un hombre excesivamente modesto que dedicó su vida a la investigación de este bien cultural que es la gaita. Olvidarlo es una ingratitud imperdonable.

    Isabel Moro 



"LAS MIL CARAS DE MI CIUDAD", artículo de JOSÉ MARCELINO GARCÍA publicado en "EL COMERCIO" (19/02/2014)

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LAS MIL CARAS DE MI CIUDADes el título que mi amigo José Marcelino García ha puesto al artículo que esta semana  publica en el diario "El Comercio".  Casualidades que tiene la vida, porque así se llama mi blog. Ignoro si se habrá acordado de este espacio en el que siempre que puedo publico aquellas cosas suyas que pillo aquí y allá. la que sigue es una de ellas. 

Foto de "El Comercio"
Cantaba ella bajo una pérgola del Muro de la playa de San Lorenzo. Cantaba con una voz triste, suave, menguada: algo así como un bolero lleno de perfidia, de amor y de tristeza, mientras pasaban los coches muy cerca y se oía el rugir de la marejada. La letra decía cosas de nosotros; cosas e historias que están en el corazón. El día era amenazante, y la gente, a buen paso, caminaba con paraguas mientras oía a la mujer como el que oye llover. Ella, cantante callejera, no miraba a los transeuntes, parecía dirigirse al esplendor de la mar, al Cristo del arenal que un artista forastero había hecho en la playa y que la lluvia iba desplomada poco a poco como un Cristo. Cantaba a eso, a las penas, y también a los sueños que no existen y pueden existir. Venía más negrura por el oeste, y la espada de un relámpago destacó en el cielo su reflejo de otro mundo. Al poco, un trueno sombrío retumbó. Entonces, una cuña de luz fría y metálica abrió una brecha de granizo, y un pedrizal golpeó, con sonido de perlas, el ruido de las calles. Enseguida se encendió una luz nueva y se hizo un silencio de nieve por el entorno. Ella dejó de cantar, fue a la barandilla del Muro y contempló aquel paisaje imposible: la llanura desierta de la playa cubierta, ahora, de una rosaliada nieve dura bajo un cielo alterado. Pálida y admirada, pestañeo como una niña, hizo una inspiración profunda y toda su esperanza son rió al horizonte, a todos los abarcos que, por l araya, le parecían que iban en ruta hacia las islas de sus sueños; sonrió a la blancura solitaria de toda aquella superficie tan enternecida, a la inmensidad de la mar que, con su ronca voz, parecía llamarla, y también sonrió al cielo y a la tierra que tan escasamente la bendecían. Fue sólo un momento. La mera tierra, el puro asfalto sucio, los charcos, volvieron a rodearla entre el ir y venir de la gente. Las nubes marchaban por el Infanzón hacia el este. Sólo quedaba el viento, el lamento de la mar, un sol súbito, alegría momentánea de algunos paseantes, y ella otra vez sola, cantando, al borde de la acera, frente a la mar sin nadie en la escalera nueve.

"VIOLENCIA DE GÉNERO", artículo de VIRGINIA ÁLVAREZ BUYLLA ("LA NUEVA ESPAÑA", 19/02/2014)

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Del blog "Mi mundo de inocencia"
Cuando hablamos de violencia de género todo el mundo piensa en la violencia del marido hacia la mujer y casi nadie se da cuenta que también se refiere a la violencia de la mujer hacia el marido. Esto sucede porque este tipo de violencia no suele ser físico es psicológico y no se ve ni se puede demostrar fácilmente.
Esas mujeres que convierten a los maridos en despojos a base de desprecios, de frases hirientes, de ningunearlos delante de los hijos, de echarles la culpa de todo. Quieren que trabajen para que ganen mucho dinero para ellas pero a la vez quieren que estén en casa para resolverles todas las situaciones. Acaban deshaciendo la familia, los hijos acaban despreciando al padre y el padre despreciándose a sí mismo. La solución suele ser prácticamente imposible. El marido no se atreve a pedir la separación por miedo a perder los niños. La mayor parte de las veces, después de aguantar lo indecible, la mujer se acaba marchando con los hijos porque encuentra otra persona a quién manipular y él se queda sin los niños que es lo que temía desde el principio. Mi consejo para las personas en esa situación es que corten lo antes posible, porque soportar lo insoportable no garantiza que las cosas se arreglen.
En el caso contrario, la violencia del marido hacia la mujer, que hay que reconocer que es lo más frecuente, cuando es física es más fácil de demostrar pero estamos viendo cada día que es muy difícil de solucionar porque aunque consiga demostrarse, a él sólo se le puede exigir que no se acerque a su mujer y aunque se intenta vigilar a esos monstruos, es casi imposible de conseguir, y desgraciadamente comprobamos que cada día hay una nueva víctima mortal, un marido que mata a su ex mujer y luego se suicida o lo intenta. Esa frase tan horrible "Mía o de la tumba".
Mi consejo es intentar conocer a la otra persona al principio de una relación y si ves que alguien es demasiado posesivo o que intenta que te vistas como él quiera, que sólo veas a quién él quiera, desconfía y rompe con él en ese momento sin que vaya a más.
Recuerdo cuando era joven que tenía una amiga que salía con un chico que le decía que cuando se casaran la iba a encerrar en casa y no le iba a dar la llave porque la quería sólo para él. A ella le parecía que eso demostraba que él la adoraba pero a mí me parecía muy raro. No la veíamos casi porque él no la dejaba salir con nosotras. Yo la aconsejaba que lo dejase y aunque no lo hizo, él acabó dejándola. Yo me alegré porque estoy segura que hubieran acabado mal
Cuando yo estaba estudiando en la Universidad y tenía unos veinte años, salí una pequeña temporada con un chico que me gustaba mucho, era moreno con unos ojos negros muy intensos. Iba a buscarme a clase y como yo salía charlando con algún compañero se enfurecía, yo me reía porque me parecía tan absurdo, lo normal para mí era charlar con los compañeros, (bueno, con todo el mundo ya que soy bastante charlatana). Así salimos unos cuantos días, hasta que una tarde nos encontrábamos en una cafetería y en la pared de la mesa que estaba al lado de donde estábamos sentados había una piel de algún animal que no recuerdo. Él se quedó mirando a la piel y me dijo: "Si pudiera te metería en esa piel y te llevaría a casa conmigo". A mí me asustó de tal manera que en ese mismo momento decidí que no quería verle más pese a que me gustaba mucho. Así que le conté una historia piadosa para no herirle pero que le quedase claro que no íbamos a salir más. Nunca le volví a ver.
Debo haber tenido suerte porque nunca he tenido problemas, siempre que he dicho que no a alguien, que por aquello no pasaba, me han hecho caso sin rechistar. Quizás aquellos eran otros tiempos.

No puedo estar más de acuerdo con este artículo de mi amiga Virginia. Conozco más de un caso esta violencia a la que hace referencia. 

JOSÉ LUIS MARTÍNEZ MARTÍNEZ ("EL COMERCIO", 24/02/2014)

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El siete de junio José Luis Martínez entregaba el testigo de El Ateneo a Álvaro Muñiz  
El pasado mes de junio se jubilaba  el que fuera presidente del Ateneo Jovellanos  desde el año 1995, José Luis Martínez Martínez. Con ello se cerró una etapa que algunos dieron en llamar “etapa Martínez”. No en vano fueron muchos años en los que el Ateneo no era sino el fiel reflejo de un hombre que vivía por y  para la institución. Yo que le conocí bien -diez años trabajando codo con codo con él dan para mucho- algunas veces le aconsejaba dormir también en el Ateneo. Me consta que cuando se hizo cargo de la asociación cultural la encontró prácticamente muerta. Si no recuerdo mal, con una deuda de 400.000 pesetas de las de  entonces –eso era mucho-, unos locales que ya no le pertenecían y una docena de socios. Otra persona cualquiera hubiese renunciado a esa nada apetecible presidencia. Pero él no lo hizo. Con frecuencia yo me pregunté qué puede hacer que  un hombre  sé implique en una  empresa abocada al fracaso. Al poco tiempo de conocerle obtuve la respuesta: su capacidad de gestión y su desmedida pasión por la cultura. Cultura que para él estuvo siempre en los libros, en ese mundillo en el que  se adentró siendo muchacho imberbe. Quizás pocos sepan que comenzó con 14 años a trabajar en una librería en Oviedo, y que desde una esquina bebía con avidez  todo aquello que quienes la frecuentaban comentaban sobre obras y  autores. El resto era leer y leer, y un poco más  tarde atreverse a preguntar alguna cosilla suelta. Y así, desde abajo, con esfuerzo, con tesón y paciencia infinita  se fue formando el hombre que rescató  al Ateneo Jovellanos de una muerte segura. El valor que esto tiene lo dejo a la consideración de cada lector, si los tuviera.
No pretendo, ni mucho menos, loar su figura: hablan hechos y  resultados. Dar una  vuelta por el Ateneo actual es suficiente para constatar lo que por él hizo. Quienes ahora seguimos gestionando su marcha –hablo por lo que a mí me toca- caminamos por la ruta que él dejó bien trazada.
No obstante, no todo fueron éxitos, hubo también muchas sombras planeando sobre la institución, y me consta –porque lo viví- que este ex presidente lo pasó bastante  mal y que muchas veces a punto estuvo de tirar la toalla. Bien porque no lo hizo. Fue más fuerte su vocación, su espíritu abierto, su iniciativa y capacidad de trabajo. Que son posiblemente sus mejores cualidades. 

Ahora a José Luis le toca descansar y a la familia que componemos el Ateneo Jovellanos, un millar de socios y muchos simpatizantes, agradecerle de alguna manera esas dos décadas que dedicó a la institución. Por eso el próximo día 14 de marzo nos reuniremos en torno a mesa y mantel  en el Real Astur Club de Regatas, en una velada homenaje a la que podrán unirse cuantos ciudadanos lo deseen.  (ISABEL MORO)


ACTO EN MEMORIA DE LUIS ARGÜELLES EN EL "CLUB LA NUEVA ESPAÑA DE GIJÓN"

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MAÑANA JUEVES, 6 DE MARZO (Sala Cultural de Cajastur Monte de Piedad, Plaza del Monte de Piedad) ENTRADA LIBRE

Hace menos de dos meses murió a los 84, Luis Argüelles Sánchez. El Club la Nueva España de Gijón honra su figura como investigador, durante muchos años, con mucha independencia, y con mucha dignidad, de la cultura y las tradiciones populares asturianas. El que fuera director (e impulsor en el año 1968 junto a Luis Adaro, José Avelino Moro y Daniel Palacio) del Museo del Pueblo de Asturias, es recordado por Isabel Moro y por Alberto Álvarez Peña. El músico Dani García de la Cuesta, como los demás participantes amigo y admirador de Luis Argüelles, tocará unas piezas a la gaita y a la bandurria. Interviene también Luis Argüelles Tamargo, hijo del homenajeado. ("La Nueva España, 5 /372014)
De izquierda a derecha: Manolo Encinas, José Avelino Moro, Patricio Adúriz y Luis Argüelles

RECORDANDO A JUAN JOSÉ PLANS

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Juan José Plans era uno de mis amigos -como tal-  más recientes, aunque lo conocí siempre en la distancia. Fueron muchas las noches en las que concilié el sueño  escuchando sus relatos radiofónicos de terror. Era para mí, en aquella época,  un señor importante al que admirar pero demasiado lejano para acercarme a él. Pero la vida da muchas vueltas y hace tres o cuatro años el entonces presidente del Ateneo, José Luis Martínez, me lo presentó. Y desde el primer día conectamos –que se dice ahora- , tuvimos muchas charlas y encontrarnos era una alegría compartida, y no menos de una hora de conversación animada de cualquier cosa: divina o humana.  Pero  de lo que más nos gustaba hablar era de libros y de esa institución que presidía, Foro Jovellanos, y de esta de la que yo soy humilde secretaria, Ateneo Jovellanos. Y de cuando en cuando se colaban en la conversación temas personales, como el que surgió el último día que coincidimos en la esquina de una calle, hace más o  menos un par de meses.  Venía preocupado, o más bien ocupado, en decidir qué podía hacer con los cientos de libros que tenía en su piso de Madrid que quería cerrar. Estuvimos un buen rato tratando de encontrarles ubicación, sin conseguirlo. Al final llegamos a la conclusión del poco interés que demostraban, quienes debían tenerlo, por proteger ese patrimonio cultural que son los libros. No hayamos  solución al problema, pero nuestra conversación fue tan amena y enriquecedora que me queda como recuerdo grato de Juan José. Yo sé que en estos momentos quienes loan, con todo merecimiento, su figura, hablarán de las cosas importantes que hizo, de su contribución a la creación y fomento de cultura. Pero yo, que soy casi nadie, me quedo con su parte humana, con nuestras interminables  conversaciones de calle esperando cualquier semáforo. Con esa proximidad que llegamos a tener en la que se mostraba como un hombre que disimulaba su nivel simplemente para ponerse a mi altura. Su muerte me ha dejado consternada, como a casi todos. Gijón pierde a un humanista, yo pierdo a un amigo entrañable. Descanse en paz. 

"El gran ritual", último libro de Juan José Plans, presentado en el ATENEO JOVELLANOS

"Rosa levantó la cabeza. Más que respirar, bebió el aire..." La voz grave y radiofónica de JUAN JOSÉ PLANS resonó el 29 de NOVIEMBRE de 2012 en el ATENEO JOVELLANOS de Gijón, en la presentación de su libro “EL GRAN RITUAL”, una obra de ciencia-ficción ambientada en Asturias que ahora ha sido reeditada por CVS Ediciones. PLANS, acompañado por DOMINGO LUIS HERNÁNDEZ  y JESUS PALACIOS, ofreció a los asistentes un adelanto del libro, que por gentileza de su autor reproducimos a continuación.

"Rosa levantó la cabeza. Más que respirar, bebió el aire. Y, cerrando las manos, dijo con la mirada perdida:
-Fue en la Noche de San Juan, en el lauredal en donde desapareció la estrella, en el bosque en el que se apagó su resplandor tras derramar una catarata de luz...
Había algo en su garganta que le hacía daño. Era incapaz de tragar saliva. Pero prosiguió:
-Pensé que, si era la estrella de plata del santo, de poder hacerme con una gota de su lluvia de luz, sería el mejor amuleto para conseguir la felicidad. Desde que tuve esa idea, ninguna otra cosa me importó. Con tal amuleto, lograría que Víctor se curara de sus quemaduras y de que fuera permitido y bendecido nuestro amor. ¡Nuestro amor que todos habéis mancillado! -y le tembló la voz-. Me adentré en el bosque hasta llegar a espesuras que no creo que nadie haya pisado y que son morada de animales salvajes que allí se refugian para estar libres de vuestras persecuciones. ¡Ellos sí que deben ser testigos de que lo que diré es cierto! Pero, para mi infortunio, son testigos mudos que en nada me pueden ayudar. Y llegué a una pequeña calva, que posiblemente nunca existió hasta aparecer la estrella de plata...
-No te detengas -le dijo don José, que no dejaba de estudiar la impresión que ella iba causando en los que la escuchaban.
-Los árboles, las hierbas, los matorrales, todo parecía estar calcinado. Como si allí hubiera habido fuego, un fuego invisible y reciente. Todo lo que tocaba se deshacía en mis manos, se convertía en polvo. Buscando una gota de luz, me sentí observada. Dije algún conjuro, por si se trataba de alguna bruja, y continué en pos de lo que deseaba. ¡Vi una gota de luz que me hizo sentirme alborozada! Iba a correr hacia ella, cuando... ¡Una voz me habló! Parecía estar cerca de mí, susurrándome cosas incomprensibles al oído, pero me hallaba sola. ¡Hasta que supe que la voz estaba dentro de mí! ¡Tuve mucho miedo! Sospeché del Diablo porque, ¿Quién podía hacer una cosa así? ¡Pero no era el Diablo! La voz era dulce, acompañada de ecos, suave, siempre igual. Me tranquilizaba, me decía que nada tenía que temer. ¡Leía mis pensamientos! Sabía lo que pensaba sin necesidad de que se lo dijera. Entonces, de entre los árboles en los que veía la luz parpadeante, salió...
-¿Quién? -preguntaron sobrecogidos.
-¡Él!
-¿Él? -y retrocedieron, aterrados por lo que pudiera decirles.
-Él me llamaba y yo iba como perdiendo mi conciencia. Influía de tal manera en mí que, aunque quise huir, más me acerqué. Cuando estuve a su lado, la Luna volvió a ocultarse tras de las nubes. Sé que era alto, me sacaba varias cabezas. Llevaba como unas ropas blancas, pero muy distintas a las nuestras. Creo que no era tela, era otra cosa que no me es posible explicar. De la ropa colgaban algo parecido a jubones. Hubo una cosa que me asustó mucho. Fueron unos tubos, que creí serpientes de tanto como se asemejaban. Los tenía principalmente por la espalda y por el pecho. Varios de ellos estaban unidos a una especie de esfera que cubría su cabeza, que también era de color blanco, a excepción de lo que supongo se hallaba delante de su rostro. Esta parte era negra. Pies, manos, todo era cubierto por la ropa. Ni pude ver sus ojos...
Rosa hizo un esfuerzo. Tenía la boca seca y un sudor frío resbalaba por su frente volviendo a recordar aquel encuentro. Los demás no se movían, apenas parpadeaban.
-Me habló, y aún tengo la impresión de que por mucho tiempo. Vagamente, porque no aceptaba a razonar del todo, creía que iban transcurriendo años, quizá siglos. Pero después, por lo que supe, no pudo ser así. Su voz resonaba en mi mente, algunas veces entremezclándose con extraños sonidos. De todas las cosas que me dijo, tan sólo entendí unas pocas. Supongo que habrían sido claras para un sabio, pero no para mí, pobre ignorante. Pese a mi angustia, lograba serenarme. Dijo que era un gran momento, un encuentro que en siglos venideros celebrarían ellos y nosotros.
-¿Ellos? -preguntaron unos.
-¿Nosotros? -preguntaron otros.

-Venía de lejos, de muy lejos, de un mundo que ni sabíamos que existiera. Hizo un gesto, levantando pesadamente uno de sus brazos, y me pareció que señalaba al cielo. Sé que habló de planetas y de estrellas, de cometas y soles... ¡Pero yo sólo sé el nombre de dos o tres! Dijo que unos mundos nacían y otros morían, pero que nunca desaparecería la vida inteligente del universo, que siempre se hallaba no en uno sino en varios planetas, que según el se pueden contar por millones... (...)".

EL ATENEO JOVELLANOS RINDIÓ UN HOMENAJE A INÉS FERNÁNDEZ HURLÉ

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CRÓNICA PUBLICADA EN EL COMERCIO POR JESSICA M. PUGA :
El Ateneo Jovellanos celebró un homenaje póstumo a la fundadora de 'La Brocha' por su «gran dedicación a la divulgación cultural» 
Una mujer dedicada por entero al mundo cultural y artístico. Vital, fuerte y entusiasta en la vida, y metódica, ordenada, constante y culta en su quehacer laboral. Muchas fueron las palabras usadas ayer para describir a Inés Fernández Hurlé en el homenaje póstumo celebrado en el Ateneo Jovellanos.
De su iniciativa nació el proyecto 'La Brocha', la publicación que creó con miras a reunir en un papel la oferta artística de Asturias, y que llegó a convertirse en la revista informativa de temas de actualidad poética y literaria durante sus 25 años de vida. A este proyecto, Inés Hurlé dedicaba todo su tiempo libre, encargándose tanto de la parte de documentación, como de la gestión de publicidad y su divulgación, llegando a mantener comunicación con 1.000 galerías de toda España y más de un millar de artistas. «Gracias a ella construimos un Gijón mejor», señaló en el acto Álvaro Muñiz, presidente del Ateneo, quien estuvo acompañado de Luis Rubio, su vicepresidente.   
iNÉS f. HURLÉ  El fruto de su trabajo descansa, tres años después de su muerte, en el Centro Documental de Cajastur en Muralla Romana de Gijón. Su responsable, Javier Menéndez, es el encargado de proteger y divulgar los más de 11.400 dossieres y 40.000 catálogos que conformaron la hemeroteca de Inés Hurlé. «Lo que ella consiguió aún no ha habido nadie que lo supla», destacó su amigo, el pintor Roberto Díaz de Orosia al respecto, al tiempo que sostenía dos ejemplares de la revista, de los que leyó algunos fragmentos.
La parte más emotiva del acto estuvo protagonizado por Elena Fernández e Inés Lombas, amiga e hija respectivamente de la homenajeada. Su hija recibió de manos del presidente del Ateneo un dibujo conmemorativo en agradecimiento por donar a la institución la colección privada de poesía de su madre. Por su parte, Elena Fernández rememoró cómo fue su amistad con Inés, desde la infancia a los viajes familiares y las excursiones domingueras. «Ella se inventó los domingos gastronomico-culturales, que nos llevaban cada semana a diferentes parajes en los que primero ella nos contaba las historias, nos mostraba los secretos, y en los que luego aprovechábamos para comer», señaló, no sin antes referirse a su amiga como "la mujer que formó mi modo de comportamiento y colaboró en hacerme mejor persona".                                         

JOSÉ LUIS MARTÍNEZ: "ME GUSTARÍA QUE EL TRABAJO QUE HICIMOS ENTRE TODOS SIGA ADELANTE" ("EL COMERCIO, 14/03/2014)

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La entidad que presidió durante veinte años le homenajea hoy por su trabajo y él comparte el reconocimiento con quienes le ayudaron

Lucía Ramos.-En junio del año pasado, José Luis Martínez se jubiló por segunda vez en su vida. Se despidió de la que fuese su segunda casa durante veinte años, el Ateneo Jovellanos. Llegó a la entidad cuando esta tenía una deuda de 400.000 pesetas, sólo 87 socios de los miles que llegó a tener y una plantilla que, cansada de trabajar sin cobrar, había abandonado el barco. Con constancia, trabajo duro y no pocos dolores de cabeza, José Luis consiguió saldar las deudas del Ateneo, sanear sus cuentas, recuperar a muchos de sus socios y, lo más importante, que volviese a ser toda una institución no sólo en Asturias sino en toda España e incluso con relaciones internacionales.
José Luis el día de su despedida, junio de 2013 (Foto Joaquín Bilbao)
Ahora, tras más de medio año sin él -aunque sigue pendiente las idas y venidas del que fuese el proyecto de su vida-, quienes componen la junta directiva del Ateneo, así como sus trabajadores y socios han decidido homenajear a su expresidente como se merece. Él, lejos de considerar que tamaña evolución se deba sólo a sus esfuerzos, acoge el reconocimiento con agradecimiento y cariño, pero recuerda que sin la ayuda de muchas otras personas, algunas todavía relacionadas con la entidad, no habría cosechado tantos éxitos.
-¿Qué se siente al ser homenajeado por la entidad a la que dedicó veinte años de su vida?
-Estoy muy agradecido, tanto al presidente como a la junta directiva sin olvidar, por supuesto, a la gente de la oficina y a todos los socios. Es muy grato recibir este reconocimiento, aunque no creo que merezca tanto, pues aún quedan muchas cosas en el tintero por hacer. Eso sí, yo me fui satisfecho y seguro de haber hecho todo lo que pude por el Ateneo. Me dan un premio a mí, pero yo creo que debo compartirlo con todas las juntas directivas que he tenido, así como con la oficina. Sin ellos yo no hubiera podido hacer lo que hice.
-Mientras fue presidente del Ateneo le dedicó prácticamente las 24 horas del día. ¿Qué hace ahora en su tiempo libre?
-Ahora sí que llevo vida de jubilado, aunque el trabajo en el Ateneo nunca lo vi como tal, sino como una satisfacción, la verdad. Sigo colaborando en la organización y dirección de cursos en La Granda, viajo todo lo que mi salud me permite, paseo y, sobre todo, leo. Leo sin parar.
-¿Cómo se ve el funcionamiento de la entidad desde fuera?

-El Ateneo exige mucho tiempo y no es sencillo, pero la junta directiva está formada por gente de mucha valía. Además, cuentan con la secretaria, Isabel Moro, que para mí es el alma de la entidad. Mucho de lo que yo hice se lo debo a ella. Tener una secretaria de su altura es un verdadero lujo y supongo que esta directiva también sepa aprovechar su preparación. Me gustaría que el trabajo que hicimos entre todos continuase y siguiera adelante, pues hicimos del Ateneo una institución reconocida en España y fuera de ella.

"LA MESA DEL MAESTRO", artículo de JOSÉ DE ARANGO con motivo del fallecimiento de FAUSTINO FERNÁNDEZ ÁLVAREZ

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FAUSTINO FALLECÍA EL PASADO 14 DE MARZO
   Se estaban hundiendo varios pesqueros en Cudillero, en tormenta de primavera, y el director, Luís Alberto Cepeda, me llamó a Gijón para encargarme que fuese hasta el puerto pixueto y “miras lo que pasa, chacho, y vienes a escribirlo aunque sea muy tarde”.  Salió una página y al día siguiente se me pidió que me incorporase a la redacción de Oviedo. No tenía, con las prisas, ni mesa ni máquina de escribir. “Mañana te suben  una mesa y una máquina, tranquilo Aranguín”, me dijo Luís Mier. Pero no hizo falta. Faustino –Faustón desde entonces porque él me llamó siempre José de Arimatea- pegó un  golpe en el cenicero con su pipa de roble viejo y me dijo: “En mi mesa hay sitio para los dos y ahí hay un cajón, con la cerradura rota porque perdí la lleve y dejas lo que quieras que nadie toca nada”. El suelo de la redacción era, al caer la tarde, una alfombra de folios inutilizados por una cara y a mi me pareció un despilfarro porque podía escribirse en el reverso. De todo esto hace más de treinta y cinco años.
            Nunca dejé de leer ni una sola línea de quien me dio asilo en su mesa. Era mi maestro. Era mi cómplice. Era mi amigo. Era mi compañero del alma, compañero. De regreso de algún pueblo, con mis chirucas manchadas de barro,  me llevaba hasta el “Pasapoga” de Modesto el de La Estrada de Mallecina o a “La Paloma” de Ubaldo el del Barrio, también  de Mallecina por supuesto, a tomar algo mucho más suave de lo que pedía para él. Él con su pipa. Yo con mis “farias” de carretero. Era mi hermano menor. En el cajón de su mesa quedó un día el viejo diccionario de bolsillo con el que salí del pueblo hace más de medio siglo para, loados sean los dioses, llegar a sentarme en la mesa del maestro y recibir, cada tarde, sus lecciones magistrales sobre periodismo, la Asturias profunda, la vida.
            Desde las riberas del Aranguín, algo inutilizado por una dolencia sin mayor importancia, tengo preparada una rama florida de una pescal que se adelantó a la primavera para depositarla sobre las aguas y que éstas la lleven hasta San Esteban de Pravia, hasta el mar que es el morir,  como homenaje de este periodista de pueblo a mi maestro Faustino que un día me dejó su mesa y su maquina de escribir a la vez que me sonreía y que me rebautizó cariñosamente como José de Arimatea. Faustino F. Alvarez era así. Cualquier día, nos vemos, maestro.
           

              

"PEDRO GONZÁLEZ FUENTES Y LA COCINA ECONÓMICA"

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Artículo publicado en el diario "EL COMERCIO" (25/03/2014)

Supervisando el menú

Cuando me siento frente al ordenador con la idea de pergeñar un articulillo que pudiera, si quienes deciden  así lo consideran, ser publicable, me surgen temas de muy –o ninguna- actualidad, que simplemente  tienen detrás un nombre y  una labor bien hecha y que, además, ya casi nadie recuerda. Como no me parece justa esa amnesia, y me consta que aún queda gente de bien que no olvida a quienes de una u otra forma hicieron algo por esta sociedad, pues por esa razón hoy voy a escribir de Pedro, de Pedro González Fuentes. Un hombre grande, en estatura y bondad, que hace un tiempo dejó la vida activa de servicio a la comunidad más necesitada  que practicó hasta sus  ochenta y cinco años.
He sido testigo de muchas acciones altruistas en las que la mano derecha no sabía lo que hacía la izquierda, como si perteneciesen a cuerpos distintos.
Podría contar diferentes historias  en ese sentido, pero me centraré en su actividad en la Cocina Económica. Entidad que presidió durante 30 años y que ahora parece haberle olvidado, al menos eso deduzco por lo poco –o nada- que se le nombra, concretamente cuando se habla de la herencia de Luis Evaristo Bango que yo sé se le debe íntegramente a Pedro.
El millonario gijonés, Luis Evaristo Bango, que residía en una casa señorial en Jove, dejó 30 millones de euros -toda su fortuna- a la Cocina Económica. Pero no fue una donación casual, pues el acaudalado personaje desconocía en gran medida la actividad de la entidad a la que donó su capital. Lo que se deduce con facilidad si se leen sus últimas voluntades en las que decía que el dinero debía de destinarse a “construir una residencia de ancianos para españoles no drogadictos ni alcohólicos”. Y precisamente si a alguien da cobijo de manera especial la entidad benéfica es a ese grupo desestructurado, muchas veces enfermo, que la sociedad rechaza de drogadictos, alcohólicos y sin discriminación de nacionalidad. Está claro, el señor Bango nunca en su vida pisó por la Cocina Económica. Parece, pues, un poco extraño que dejara todas sus posesiones a algo que no conocía. Y ahí aparece la figura de Pedro, la sombra de una buena persona  que, como tal, visitaba todos los jueves a un hombre vencido por la enfermedad que recibía pocas visitas, y menos aún totalmente desinteresadas como la que Pedro le hacía. En ellas, lo supe después, Pedro le hablaba de su Cocina Económica, de los apuros para dar de comer y cenar a 200 comensales y de la situación en la que estaban si a las necesidades de supervivencia unían que eran viejos. Pero Pedro no pedía nada, ni se le pasó por la cabeza -así me lo contó él - que Bango fuera a soltar un duro para la causa. Fueron varios meses de visitas semanales al enfermo solitario,  al personaje de pocos amigos. Hasta que un buen día le pide al visitante que vuelva la semana siguiente con un notario. Deseo que lógicamente cumplió,  y con él llegó la sorpresa: donaba todas sus pertenencias a la Cocina Económica. Pedro me confesaba que nunca pensó que algo así pudiera suceder, porque lo único que pretendía con las reiteradas visitas era hacer compañía a un hombre solo.
Y esa es la historia, de la que se deduce que si Pedro González Fuentes no visita a su amigo, la Cocina Económica no tendría la herencia. Así de sencillo. Por eso me duele que cuando se habla de la herencia  de Bango  no se hable de Pedro, aunque también sé que es algo que él nunca cacareó, ni tan siquiera se adjudicó el mérito de haberla conseguido. Pero el logro le pertenece.
                                                                                               ISABEL MORO


UNA MAYORÍA REFORZADA EN EL PODER JUDICIAL ELIGE A ÁNGEL AZNÁREZ PARA EL TRIBUNAL SUPERIOR ("La Nueva España, 28/04/14)

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Trece de los diecinueve vocales respaldaron al notario de Gijón para cubrir una plaza que llevaba vacante dos años, desde la muerte de José Manuel Buján

Don Ángel, como siempre con un libro en las manos
El notario Ángel Aznárez fue nombrado ayer nuevo magistrado Tribunal Superior de Justicia de Asturias (TSJA) para cubrir una plaza de la sala civil y penal que estaba vacante desde hace más de dos años. La candidatura de Ángel Aznárez Rubio fue seleccionada por el pleno del Consejo General del Poder Judicial de una terna propuesta por el parlamento asturiano de la que también formaban parte la abogada laboralista Carmen Landeira Álvarez-Cascos y el juez Rafael Abril Manso.
La votación confirmó la preferencia existente en el seno del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) hacia la candidatura del notario Ángel Aznárez, tal y como adelantó LA NUEVA ESPAÑA en su edición de ayer. Aznárez obtuvo trece de los diecinueve votos, equivalentes a una mayoría reforzada superior a los tres quintos. La letrada laboralista Carmen Landeira Álvarez-Cascos sumó cuatro votos y además hubo un voto en blanco y una abstención. La terna, en la que también figuraba el juez Rafael Abril, había sido planteada por la Junta General del Principado el pasado mes de noviembre, tras un acuerdo entre los grupos parlamentarios del PSOE y de IU, que contó con las abstenciones de Foro y el PP y el voto en contra de UPyD. El amplio apoyo obtenido en el la votación deja entrever que los vocales del Consejo General del Poder Judicial próximos al PP también han apoyado la designación del notario asturiano.
El órgano de gobierno de los jueces se decantó por la elección de Aznárez como nuevo magistrado del TSJA, dentro del turno de juristas de reconocido prestigio, al valorar su trayectoria profesional, que arrancó en el Cuerpo Jurídico Militar en 1973 tras obtener el número uno de su promoción, después de licenciarse en Derecho por la Universidad de Oviedo. En 1977 ingresó en el Cuerpo Notarial, profesión que ejerció en Proaza, Santa Marta de Ortigueira, Baena, Castelldefels, Barcelona y Gijón. Aznárez ha formado parte del consejo de Administración de Cataluña Caixa, además de colaborar con el departamento de Derecho Internacional Privado de la Universidad de Barcelona, ser profesor de la Escuela de Práctica Jurídica del Principado, miembro de la Comisión de Urbanismo y Ordenación del Territorio de Asturias (CUOTA) y presidente del Tribunal de Expropiación del Principado de Asturias.
El Consejo General del Poder Judicial también recogía ayer en la nota informativa de su nombramiento su condición de miembro del comité editorial de la revista Escritura Pública, editada por el Consejo General del Notariado, y de colaborador habitual de LA NUEVA ESPAÑA.
La designación de Aznárez pone fin a una situación anómala en el seno de la sala civil y penal del Tribunal Superior de Justicia de Asturias, que tuvo vacante una plaza de magistrado más de dos años, desde el fallecimiento de José Manuel Buján, en enero de 2012. La tardanza en la solución de esa situación ha estado rodeada de polémica y controversia política. El primer intento de cubrir esa plaza de magistrado resultó estéril después de que el PSOE e IU propusieran al ex diputado Álvaro Cuesta, a la abogada laboralista Carmen Landeira Álvarez-Cascos y al letrado Alfonso Suárez, una terna con la que manifestaron su disconformidad tanto el grupo parlamentario del PP, con su portavoz y presidenta Mercedes Fernández al frente, como el diputado de UPyD, Ignacio Prendes, que criticaron la presencia de candidatos con un marcado perfil político en alusión al socialista Cuesta. Aquella propuesta fue desestimada en el parlamento por motivos de forma, en el invierno de 2012 y paralizó un proceso que no se reactivó hasta hace unos meses, después de que el presidente del Tribunal Superior de Justicia de Asturias, Ignacio Vidau Argüelles, expresara su malestar por la pasividad del parlamento asturiano en la cobertura de esa plaza. El máximo responsable del TSJA, Vidau, fue ayer uno de los primeros en manifestar su "satisfacción" por la prioridad que ha dado el Consejo General del Poder Judicial al nombramiento para la sala civil y penal. La falta de un magistrado obligó esta misma semana a reforzar con jueces de otras especialidades el tribunal que juzgará al diputado de IU, Ángel González.

La humilde bloguera felicita a este entrañable amigo que es Don Ángel Áznárez, quien pese a la humildad de este blog nunca ha tenido inconveniente en compartir sus interesantísimos escritos, tan variados en tema y forma, muestra de sus capacidades intelectuales.  Le deseamos, desde este espacio, muchos éxitos en su nueva andadura. 

"LOS POBRES DE MI CIUDAD", publicado en el diario "EL COMERCIO" (1/04/2014)

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Muchas veces me pregunto si ser pobre será exclusivamente no tener recursos. Creo que esa es una manera de serlo, probablemente la más dura. Pero uno puede ser pobre de muchas formas, porque como reza el dicho popular, no sólo de pan vive el hombre. Esta última es una cuestión en la que no voy a entrar: doctores –o filósofos- tiene la iglesia. En este caso me voy a referir a aquellos que encuentro en el trayecto que va desde mi casa hasta el trabajo: los que llamo  de solemnidad, porque no tienen nada. Los tengo contabilizados hasta tal punto que  cuando me falta alguno lo hecho de menos.
En la calle 17 de agosto, en la puerta de un supermercado, sentada en cartones y tapada con mil mantas viejas y raídas, una mujer anciana –por no llamarla vieja que pude sonar despectivo-, coloca su puesto de recaudación. Llega acompañada por el que se supone es su marido, cargada de bolsas, poco después de que se abra el supermercado. Me consta que tiene donantes fijos, que le dan una barra de pan, algo de fruta, aceite… de ahí que venga con bolsas: para poder llevárselo después. Ni que decir tiene que es rumana.
Sigo por  Begoña, al lado de los Carmelitas. Ahí suele haber dos, algunas veces tres. A pie de escalera está Juan, esperando la beneficencia de quienes a primera hora acuden a rezar. A cambio de unas monedas les da los buenos días y les abre la puerta. Es un sitio bueno para pedir, me confesó un día bajando la cabeza y sin mirarme. No me extraña pues si algo nos enseñó Jesucristo es la práctica de la caridad. Estaría mal acercarse al templo y no dejar unas monedas en la mano que nos las pide…
 En el banco de enfrente –el primero del paseo-  está casi siempre que no llueve Joaquina, ella lo tiene más difícil, es alcohólica y se le nota. Fundamentalmente porque siempre está pegada a un cartón de vino perronero. Yo creo que no es un buen sitio para mendigar en esas condiciones, me consta que para algunos feligreses es una perdida. En cierta manera dan en el clavo: fue prostituta en el Llano. Pero ya no sirve para el oficio, es vieja, fea y le faltan los dientes. Personalmente considero que es la que más  lo necesita, pero se trata únicamente una apreciación mía.
A pocos metros una casi niña aún de ojos muy azules  estira la mano vestida de princesa, de princesa repudiada más bien. En un español apenas entendible se dirige a los viandantes pidiendo caridad. Es rumana y cada mañana su padre, o lo que sea, la lleva a ese “puesto de trabajo” en el que pasa casi todo el día. Supongo que el lugar le será rentable. Nunca he conseguido cruzar una palabra con ella, y lo intenté. Posiblemente una de las órdenes de quienes la explotan sea la de no hablar con nadie: lo cumple al pie de la letra.
A medio paseo un hombre de unos cincuenta años pide sentado en las escalerillas de una entidad bancaria, de ese lugar donde se supone está el dinero. Tiene como reclamo un letrero que dice que es español y que no tiene trabajo. Está claro que la mayor competencia está en los extranjeros. Utiliza para recaudar una caja de zapatos de cartón, no estira la mano como los otros. También debe de compensarle, porque lleva muchos meses en el mismo sitio.
Al final del paseo Alberto toca la guitarra y… por supuesto también pide. No importa que llueva, ni que haga un día de perros, él ahí está con su guitarra; ahora eléctrica, la ilusión de su vida me dijo. Le pagaron los atrasos de la ayuda social y se compró un instrumento de trabajo mejor –eso considera él que es-. Quería ser músico, lo intentó, pero terminó en la calle, como empezó Sabina, me apostilla cuando le expongo mis dudas de que pueda ser un buen oficio para su futuro.
En la cuesta de Begoña curiosamente no hay nadie implorando caridad. Pero apenas torcemos hacia la calle de los Moros, frente al kiosco de la ONCE, un señor bien vestido, de unos sesenta años solicita ayuda; se acompaña de un cartel  que dice que mejor es pedir que robar. Tiene razón. Y allí está un día tras otro, y de cuando en cuando pega la hebra con el vendedor del cupón. Es como de la familia, familia de la  calle, claro.
A cuatro pasos, en la misma calle de los Moros, a la puerta de un supermercado, idéntica escena a la primera que mencioné: una rumana muy mayor, entre harapos y bolsas estira la mano y, curiosamente, da los buenos días a todo el que pasa por su lado. No encuentro en el camino  más supermercados, pero la impresión que tengo  es que se trata de un grupo organizado de señoras mayores colocadas estratégicamente a las puertas de los puntos de venta de alimentación. Todas responden al mismo perfil: ancianas, rumanas, sentadas en cartones y cargadas de bolsas.
Concluyo mi periplo de pobres en el café del Instituto, donde tomo el café que me ayudará a sobrellevar la mañana. Por allí pasa siempre Luis, que no pide limosna, trabaja: intenta vender pañuelos de papel, balletas, bolígrafos, lo que cuadre. Y a este es al único que socorro, si así se puede llamar a mi exigua limosna. Le invito a un café con leche que él agradece más que unas monedas, porque entre sorbo y sorbo aprovecha para contarme sus pequeñas cosas, sus dificultades y alguna alegría que también tiene. De él sé que vive en Somió “con las hermanitas” –que dice-, que le tratan muy bien, pero considera que tiene que ganar algo y por eso después de desayunar se lanza a la calle a vender aquello que pueda comprar muy barato.  El último día que coincidimos me contó que estaba triste, porque antes tenía una habitación para él sólo y que ahora le habían puesto un compañero y que, claro, había perdido su intimidad. Y es que todos, hasta los más pobres tienen su dignidad. Cuesta dársela, lo reconozco, porque no siempre despiertan lástima, muchas veces –y a muchas personas que se dicen de bien- les repele tanta miseria. Todo forma parte de esta ciudad que es Gijón, y que, además, es la mía. Reconozco que soy bastante rara, y que más entretenido es pasar mirando escaparates que contando pobres. Pero, qué quieren que les diga, no puedo ser indiferente a nada de lo que sucede en la villa de Jovellanos.


                                                                           ISABEL MORO
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