Por fin me iré unos días de vacaciones. Este año creo que las necesito más que ningún otro. Acabo de terminar una mudanza que me ha dejado exhausta y pensé que nunca terminaría. Curiosamente mis cosas –las de mi mesa de oficina- ocupaban exactamente dos cajas. Hubo momentos en los que me sentí la protagonista de una película americana a la que acabaran de despedir. Pero ese no era el caso, no sé si por suerte o por desgracia, pues hubo muchos días en los que estuve a punto de tirar la toalla. Ahora he conseguido instalarme, pero estoy agotada. Por eso necesito olvidarme de libros, muebles, archivos…, también de que tengo un nuevo jefe con el que ni tan siquiera sé si lograré entenderme, con una nueva junta directiva con mucho caché, con proyectos a los que probablemente me cueste adaptarme por lo novedosos que son. No sé, muchos cambios que me llegan tarde en el tiempo y que ya se me hacen cuesta arriba. Pero hay que seguir. Por eso quiero hacer un breve paréntesis en otro lugar por ver si recupero las fuerzas que ahora me faltan. Me lo he pensado bastante antes de decidirme, porque Gijón está hermoso, porque hace muy buen tiempo, porque mi playa, mi muelle, mis calles, son una maravilla (todo me pertenece, a todo pertenezco). Tengo mil razones para quedarme, posiblemente más que para marchar, pero en un arranque de rabia, deseando dejar atrás los avatares de la mudanza, saqué un billete rumbo al Sur. Así que ya no hay más que hablar.
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