SALAS CON RECUERDOS PARA EL PERIODISTA JOSÉ DE ARANGO
(el autor)
En medio de un paisaje de robledales y castañedos, Salas es una confluencia de caminos, ríos y también de historia, por eso se la conoce como “La Puerta de Occidente”, pero es mucho más por su rica historia y su excelente gastronomía.
Allá por el año 896 el hijo del rey Alfonso III, el infante Gonzalo cedió la iglesia de San Martín: en el 912 Fruela II cedió la Villa Azeliana y en el año 1006, la reina Velasquita cedió el monasterio de San Martín. Dieciocho años después fue creado el monasterio de San Salvador de Cornellana y su construcción se llevó a cabo por orden de la infanta Cristina Bermúdez siendo cedido en el año 1122 por el conde Suero Bermúdez y su esposa Enderquina a la Orden de Cluny. En el año 1277, el rey Alfonso X le concedió la Carta Puebla. El castillo que había sido donado en el año 1120 por la reina Urraca al conde Suero fue la base fundamental para la organización de la nueva puebla habiendo entonces sus más y sus menos con Cornellana, por aquello de los localismos tan aciagos, en todos los momentos, para todos.
Salas siguió adelante con su poderío y buena prueba de ello es que en esta hermosa villa está la torre medieval del palacio de los Valdés-Salas del siglo XVI –en donde puede ser visitado el museo prerrománico con piezas y lápidas como muestra de la riqueza decorativa de los talleres asturianos del siglo X- y la colegiata de Santa María la Mayor que fue edificada por orden del inquisidor y arzobispo Fernando de Valdés a mediados del siglo XVI, de estilo gótico con elementos renacentistas, a fin de que fuese instalado allí su mausoleo y los sepulcros de sus padres. El mausoleo –realizado entre 1576 y 1582- es una obra en alabastro del escultor italiano Pompeyo Leoni.
Fernando de Valdés Salas, tras ocupar los más importantes cargos religiosos y políticos destinó toda su fortuna a la creación de la Universidad de Oviedo. Como se puede advertir el poderío de los Valdés fue muy grande. Y, una vez más, recordamos que desde su desembarco en lo que hoy es el puerto de Cudillero se dispersaron poro a poco por toda la comarca vaqueira realizando grandes obras y apostando decididamente por el futuro de esta tierra.
No hay que dejar de visitar el palacio de Dóriga -con sus interesantes columnas toscanas cuya torre fue construida en el siglo XIV-; en La Granja , el suntuoso palacio de Toreno del siglo XVII, en Láneo –donde se cultivan una de las más prestigiosas alubias para cocinar una buena fabada- la casa de Longoria del siglo XVIII y la casa de los Miranda, del siglo XVII. Escudos de armas demuestran la histórica nobleza de sus habitantes.
Si se trata de mirar hacia el pasado y deleitarse con una buena comida hay que ir “Al son del Indiano” en Malleza. Malleza es un hermoso pueblo entre Pravia y Salas al que se le conoce como “la pequeña Habana” por los recuerdos de su arquitectura colonial y las altivas palmeras que trajeron los indianos que fueron a hacer fortuna a ultramar. Paulino Lorences es un personaje singular que no fue tan allá y se quedó en París hasta que comprendió que había que volver a sus orígenes vaqueiros. Compró la casa que data de 1895 y que fue la fonda con baile que él recordaba desde niño. Allí, a la iniciática sombra del campanario de San Juan Bautista, ha montado para quienes entienden y son sensibles a las exquisiteces, uno de los lugares mágicos que merece la pena conocer, no solamente por lo bien que se come, sino por la relajante atmósfera que ha sabido crear para que el tiempo perdido siempre esté muy presente.
De la gastronomía típica de Salas se ha hecho muy famoso el postre llamado “Los carajitos del profesor”, una galleta oscura a base de nuez o avellana molida, azúcar y huevo.
El concejo de Salas siempre ha sido un paso obligado en las peregrinaciones hacia Santiago, lo que motivó la existencia de hospitales de corraxos en Cornellana, Salas y La Espina , los cuales, curiosamente, estaban bajo el mando de la Mitra Compostelana.