Cangas de Onís fue declarada como capital del nuevo Reino aprovechando los restos de un poblado romano pocos años antes de la mítica victoria de la batalla de Covadonga. Claudio Sánchez Albornoz deja bien a las claras que más que milagros lo que frenó las lanzas de los invasores -de aquellos nuevos territorios que se declararon independientes de los musulmanes- fue la fuerza de la gravedad, ya que al tirarlas se volvían contra los moros.
Aunque la batalla de Covadonga es el símbolo de la voluntad cristiana en contra de los invasores musulmanes tras la caída del estado visigodo, cuestiones religiosas y sentimentales al margen, no se debe de ignorar que Pelayo tenía además otras motivaciones. No solamente se sentía espoleado por su cabreo a causa de las no consentidas por él relaciones sexuales de su hermana Ormesinda con Munuza, sino también por una cuestión más aglutinante: el dinero. Los nobles y terratenientes ya estaban hartos de los cuantiosos impuestos con los que les gravaban los musulmanes.
Pelayo fue un godo heterodoxo quien -en contra de la opinión de la poderosa nobleza de su entorno contraria de consolidar una dinastía monárquica de carácter hereditario- quiso ser rey y que también lo fuesen sus herederos. Y eso siempre se paga de alguna manera. Por aquella de que nobleza obliga y la valentía hay que demostrarla con hechos, su hijo Favila fue empujado hacia la muerte segura entre las garras de un oso una noche de vino y rosas.
El poderío del matriarcado ya quedó entonces de manifiesto al ser nombrado su sucesor como rey el hijo del duque de Cantabria, quien estaba casado con Ermesinda la hija de Pelayo y que reinó con el nombre de Alfonso I “El Católico” quien reconquistó Galicia y Las Bardulias, tierras ahora conocidas con el nombre de Castilla.
En Cangas de Onís mantuvieron la capital sus sucesores hasta que Silo, el sexto rey de la monarquía asturiana (774-783), a principios de la Edad Media , trasladó la capital a Pravia.
En el año 1978, Cangas de Onís volvió a ser la capital del Principado de Asturias, ya que en el salón de sesiones del Ayuntamiento se celebró la constitución del Consejo Regional de Asturias que daría paso a la Junta General del Principado.
En Cangas de Onís se encuentra –en el antiguo templo de Santa María de Cangas- el Aula del Reino donde se puede realizar una aproximación a los orígenes del Reino de España; y la iglesia de la Santa Cruz que se cree que fue construida en el año 733 sobre los restos de otro templo anterior. Lo que queda ahora de todo lo que allí hubo es la histórica cámara dolménica que consta de cinco piedras con valiosos grabados decorativos.
En Corao, rodeada de tejos centenarios –uno de ellos plantado por el ilustrado alemán Roberto Frassinelli- está la iglesia visigótica de Santa Eulalia de Abamia bastante maltratada tras los últimos experimentos de restauración. La leyenda cuenta que los sepulcros que se encuentran al lado del presbiterio fueron inicialmente los del rey Pelayo y de su esposa Gaudiosa.
Tanto en esta iglesia como en la capilla de la Santa Cruz hay un dolmen, lo que nos lleva a un claro sincretismo histórico de continuación de ritos religiosos por parte de diferentes pueblos.
O sea que aunque haya imaginativos nacionalistas por otras tierras de España que quieran inventarse historias sobre sus orígenes, la verdad del principio de todo está aquí, en Cangas de Onís, sin discusión alguna.