“Laicidad sana” 1ª Parte El 18 de Julio de 2021 se celebró en la Catedral de “Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción”, de Mónaco, una solemne celebración litúrgica, que estuvo presidida por el Cardenal Parolín, Secretario de Estado del Vaticano, estando a su lado el Arzobispo local, Monseñor Dominique–Marie David, que lo es desde enero de 2020. La Santa y solemne Misa fue con ocasión de cumplirse en este mes de Julio el cuarenta aniversario del Convenio firmado por la Santa Sede y el Principado de Mónaco. Por tal Convenio, el Príncipe monegasco, Raniero III, renunció al llamado “Derecho de presentación” para el nombramiento del Obispo de Mónaco. A partir de Julio de 1981, el nombramiento de tal Obispo es de exclusiva competencia del Romano Pontífice. Fue el Papa San Juan Pablo II, el que, por agradecimiento, elevó la diócesis de Mónaco a la categoría canónica de Archidiócesis. De lo expuesto en el párrafo anterior, resulta que siendo, de conformidad con el artículo 9 de su Constitución, el Principado de Mónaco, de carácter confesional (La Católica, Apostólica y Romana es la Religión del Estado), es decir, de peculiaridad semejante a la de la República de Malta, sus autoridades renunciaron, ejemplarmente, al “Derecho de Presentación” para el nombramiento episcopal. Hay quien dice, queriendo quitar al hecho importancia o trascendencia, que el Príncipe Raniero, muy católico él, leyó, con piedad filial, los documentos del Concilio del Vaticano II, en especial el Decreto Christus Dominus de 1965, y que, por eso, convencido, aunque con retraso de muchos años, renunció en 1981 a aquel Derecho. De lo expuesto en artículos por mí escritos, aquí publicados, en Religión Digital y de lo mucha ya sabido por los lectores, resulta que, no teniendo ninguna confesión, tampoco la católica, carácter estatal según el artículo 16 de la Constitución española, --a/confesionalidad del Estado para unos y laicidad para otros--, por un Acuerdo de 1976, del tiempo de las Leyes Fundamentales del Reino de Franco, quiere el Rey presentar nombres al Papa para elegir éste a un Arzobispo, el llamado castrense. ¿Es que el tan católico Rey de España no leyó el Decreto conciliar que, al parecer, si leyó el Príncipe de Mónaco, casado con una soltera impresionante? ¿Por qué no renuncia como Raniero? ¡Qué habrá dicho o qué dirá el Jefe de la Diplomacia Vaticana, elogiando tanto el Convenio entre la Santa Sede y el Principado de Mónaco, si su subordinado, el Nuncio Bernardito Auza, le comentó o comentará lo de España! En Mónaco, lugar extraño que junta Religión de Estado y de libertad de cultos, en francés, hablo Parolin de “Laicidad sana”, de autonomías y de colaboración de lo religioso con lo político. Citó a los papas Benedicto XVI y Francisco. Y lo de la laicidad sana, me sonó a lo que en 2007, en la primera visita a Roma para tomar posesión de una canonjía, como Presidente de la República francesa, Nicolás Sarkozy llamó la “laicidad positiva”. Eso gustó mucho en el Vaticano, y fue muy criticado por otros, incluso “tan respetados” por altos eclesiásticos como son los masones del Gran Oriente, que dijeron: “La laicidad no precisa de adjetivos para existir”. En cualquier caso, no es este el momento adecuado para analizar los adjetivos de la laicidad. Al domingo siguiente, el 25 de Julio, en España se celebró la fiesta de Santiago, Patrón de España, resultando de tal día asuntos o affaires muy interesantes relacionados con la laicidad a la española. Fue fascinante ver, a través de la indiscreta Televisión española, cómo comulgaron llamadas “altas autoridades del Estado” en presencia del confesional Rey y en ausencia del laico Presidente de Gobierno. Continuará con más de lo último y también de lo del principio.
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