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EL PAPA QUE ENFERMÓ DEL COLON, artículo de ÁNGEL AZNÁREZ, publicado en "RELIGIÓN DIGITAL" (07/07/2021)

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I.- Introducción:
Soy de los que desean larga e intensa vida a muchos; también al Papa Francisco, y ello por los posos y depósitos, dejados en el alma por las enseñanzas de una educación cristiana, a cargo de unos frailes, empeñados en el aprendizaje de lo que debe ser un sentimiento filial. Me acuerdo del Papa en estos momentos de enfermedad y proclamo mis mejores deseos. Y lo que se debería ser callado, ahora, por las circunstancias, debe decirse; que lo acabado de escribir, muy dentro permanece, no obstante los estrambóticos movimientos clericales, las “movidas” torpes, episcopales, y las vivencias dispares de una vida profesional heterogénea. Habrá clérigos que, ante la enfermedad del Papa, invoquen frotando manos, el Sede vacante, nihil innovatur. En ello les va la “carrera”, en momentos de grandes y necesarias reformas en camino.
Ni soy de papo/latrías ni de idolatrías y demás pecados de paganos, y jamás presté atención a los temores y precauciones de eso tan quijotesco, mal interpretado, que es el “con la Iglesia hemos topado”. Y no me fue mal, pues no me consta tengo haber sido perseguido, como suelen perseguir las brujas voladoras, en las sombras y con escobas. Así, cuando no estuve de acuerdo con la escasa referencia de Francisco, que en la Encíclica Laudato Si hace se al Monacato, por su trascendental labor en el cuidado de la Tierra en tiempos pasados, lo manifesté; y no me callé al discrepar de los “jesuitismos” de un Papa jesuita.
II.- La misión del Vaticano: El Vaticano, con sus éxitos y torpezas, y la esencia de la función petrina, tienen como misión la perduración, hasta el final de los tiempos, del misterio milagroso de la Encarnación de Jesús, Dios y hombre verdaderos: que lo que ocurrió en Palestina hace dos mil años no sea un simple episodio que entre en la Historia, que luego salga y punto final. Algo bueno se habrá hecho para ser el Vaticano –debe reconocerse- la institución más antigua en el mundo; y sobre la autoridad moral de la Iglesia, en referencia a lo manifestado por el Cardenal Sandrí, escribimos en nuestra Crónica, titulada, Sodano, un hombre eclesiásticamente disciplinado, aquí publicada, el 5 de junio de 2021. A los efectos de aquella permanencia, todo, también los cuerpos de los Papas, puede ser de utilidad. Por cierto que el fenómeno de la secularización creciente y tan actual, que parte de hace siglos, ha de examinarse de manera sincrónica y diacrónica, debiendo preguntarnos: ¿Dónde puede estar su fin? ¿El final de la Secularización pudiera ser el final del Evangelio? ¡Ojo, ojo, que van remando a favor del fin, ustedes, señores obispos, que parece que ni saben lo que hacen ni entienden lo que dicen! Y a propósito e incidentalmente digo: ¿Cómo es posible que quienes han nombrado a un arzobispo nacionalista en Tarragona, ahora se echen, absurdamente, las manos a la cabeza, diciendo que la presunta “Conferencia episcopal tarraconense” no tiene existencia legal? Eso no forma parte de lo tan eclesial y griego, no judío, que es la armonía de los contrarios, sino que es una morrocotuda contrariedad. El cuerpo de los Papas -continuemos con lo nuestro- está, pues, dentro del todo referido antes; pero debemos distinguir en el Papado contemporáneo:
A).- Antes de Juan Pablo II.- Los Papas no enfermaban, aunque morían; si acaso, se hablaba de su enfermedad, una vez ya sepultados en las grutas vaticanas. La “divinización” papal impedía que los Papas, infalibles, muriesen a la manera humana: hubo conflicto entre la identidad humana de los Papas y su especial carisma. La vida y muerte de los Papas fueron hagiografías, siendo importantes las técnicas de embalsamamiento de los cuerpos. La “espiritualización” de la muerte papal ocurrió, también y a pesar de todo, con Papas contemporáneos, con Pío XII, de agonía fotografiada por la mala práctica de su médico (octubre de 1958); con Juan XXIII, fallecido por lenta y misteriosa enfermedad, luego conocida como cáncer (1963); con Pablo VI, el único que tuvo presentimientos de muerte y que habló de la suya, la propia (1978). Malos embalsamamientos, que ocasionaron la rápida corrupción de los cuerpos de Pío XII y Pablo VI, ambos muertos en Castelgandolfo; corrupción iniciada en las imponentes narices. El éxito en el embalsamamiento de Juan XXIII y gracias a los milagros de la olorosa química, no por la incorruptibilidad, permitieron que sus restos mortales, se pudieran ver el día de su beatificación el 3 de septiembre del año 2000 y que sigan expuestos en la Basílica vaticana. Es evidente que para ser Papa Santo ya no se requiere la incorruptibilidad del cuerpo (San Pablo VI).
B).- Después de Juan Pablo II.- Por el contrario, la enfermedad de un Papa, muriendo casi en directo, inimaginable antes, produjo un efecto interesantísimo: el grito de ¡Santo Subito! de las masas impresionadas ante un Papa sufriente, anciano y enfermo, como muchos. Lo que se buscaba conseguir antes con la no enfermedad, ahora, a partir de Juan Pablo II, sorprendentemente, se consiguió con la misma enfermedad, con una extrema fragilidad física y con la ayuda, eso también, de una escenografía de película norteamericana, destacándose la intervención del hoy Cardenal Sandri, muy importante antes y ahora, también por ser argentino, con aquel grito desde la plaza de San Pedro, anunciando al mundo que el Santo Padre (Juan Pablo II) “había regresado a la casa del Padre”. Y un cuerpo, el de Juan Pablo II, tan “retocado”, según se vio en la procesión fúnebre, presidida por el Camarlengo Card. Martínez Somalo, que partió del Palacio apostólico, que lo hacía irreconocible; todo ya está preparado, en la Basílica vaticana, para su exhibición “incorruptible” dentro de unos años. Pudiera ser que el cambio en la consideración del cuerpo de los Papas estuviese también relacionado con la nueva antropología conciliar que sobre el cuerpo resultó de la Constitución pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo de actual: “La propia dignidad del hombre pide que glorifique a Dios en su cuerpo”.
III.- El Papa Francisco, enfermo de colon: La referencia a la Gaudium et spes nos sitúa en la reflexión sobre el cuerpo humano, que es un asunto teológico y de antropología cristiana de primera importancia. Sobre ello remito a mi libro preferido que es de Juan Luís de la Peña, titulado Imagen de Dios.Antropología teológica fundamental, Editorial Sal Terrae, 6ª edición, con recomendación de lectura de los capítulos de la segunda parte de Antropología Sistemática. Es interesante hacer constar ahora que la enfermedad actual del Papa, no sea neurológica (Parkinson) como la de Juan Pablo II, de la parte más noble del cuerpo y la más alta, de la cabeza que “fabrica” los sublimes pensamientos, sino de la parte más baja. De la parte que produce los desechos orgánicos, de la inmundicia. Y si la cabeza desiguala a los hombres, unos más inteligentes que otros, el colon los iguala. La Iglesia siempre tuvo muy claro que, para presidir, se debe estar sentado. El Papa, por presidir tanto, ha de estar muy sentado, en sedes o en cátedras, siendo el officium papal, por eso, muy sedentario; lo cual es contrario a lo recomendable en algunas patologías de abajo. Y es que la vejez, con la próstata (“todos los viejos somos prostáticos”, dijo Plá) y el colon, es de poco futuro, a pesar de lo que se dice en el Documento, La vejez, nuestro futuro (2 de febrero de 2021), de la Pontificia Academia para la Vida, firmado por los monseñores Paglia, don Vincenzo, y Pegoraro, don Renzo. Y me apresuro a señalar la unidad del hombre, un todo; el hombre es cuerpo, todo, de arriba a bajo, y el hombre es alma, toda. Tan cuerpo es la cabeza como el colon, esenciales ambos un mismo fin: la vida. Si la cabeza nos hace sentir orgullosos, los intestinos nos han de quitar el orgullo. Si las células de la cabeza, enloquecidas, se multiplican de manera desmesurada, morimos. Y si las células intestinales, enloquecidas, se multiplican de manera desmesurada, también morimos. El “cuerpo humano” que es concepto antropológico esencial, y por tanto y por ello, es asimismo concepto jurídico fundamental, tanto para el Derecho Civil, sujeto y objeto de derechos, como para el Derecho Penal.
IV.- Conclusión: El ciclo parece cerrado: del no enfermar de los Papas por ser de carisma casi divino, se pasó a verlos enfermos, con trastornos neurológicos o de la cabeza (San Juan Pablo II), y ahora Francisco, Papa, resulta que está enfermo del colon. (FOTOS DEL AUTOR)

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