A media tarde del día 31 de diciembre, tal como estaba anunciado, la primera Procesión salió de la Sacristía catedralicia hacia la plaza A Quintana por la Puerta de las Platerías, entrando luego, Segunda Procesión, en la Catedral por la Puerta Santa, una vez abierta. Como es usual las profesiones estaban encabezadas por la Cruz y siendo persona principal el Excelentísimo y Reverendísimo Señor Arzobispo de Santiago de Compostela, con capa pluvial blanca, mascarilla negra, en tarde lluviosa, de poca luz y escasas personas por el Coronavirus. La ceremonia fue, en una primera parte, la Apertura de la Puerta Santa, de acceso al templo catedralicio desde A Quintana, y, en una segunda parte, la procesión catedralicia y celebración de la Santa Misa.Arzobispo de Santiago
Una primera parte, especialmente simbólica y metafórica, muy religiosa, pues de lo material consistente en un derribo de trozos de piedras o derribo de puerta tapiada, se trasladaba (metapherein) a lo muy espiritual consistente en separar lo mundano y divino, lo terrenal y lo celestial, del pecado y de la gracia. Y con una finalidad manifiesta: que los que vean eso o que hasta allí lleguen peregrinando desde lejos, comprendan el alivio y las facilidades del Júbilo o Jubileo, por poder descargar tantos y tan pesados pecados. La simbología del derribo de la Puerta Santa se mantiene actualmente, aunque, por razones de seguridad y de limpieza, se haya suprimido, por primera vez, el derribo de la tapia y los cascotes de piedras. El simbolismo es tan efectivo que la Iglesia hizo abundar abrir Puertas Santas. Hay “Puertas Santas” por doquier.
Antes de que la comitiva o procesión se dirigieran a la Puerta Santa, se escuchó, después de varias lecturas, el mensaje del Papa, leído por el nuncio: “Querido Hermano”, se dirigió al Arzobispo, situado a un lado, junto a los obispos, pudiéndose contemplar la rectangular alfombra floral. Antes de narrar la apertura de la Puerta Santa, señalemos dos cuestiones asuntos que la ceremonia sugiere o evoca:
A.- Año Santo y Año Jubilar, en cuanto su declaración, a partir de su inicio, el 31 de diciembre de 2020, permite obtener, recibir y ganar unas indulgencias plenarias cumpliendo unos requisitos. E Indulgencias que suponen una absolución de todos los pecados, con el añadido respecto al sacramento de la penitencia, de borrar hasta la pena temporal por los pecados ya sacramentalmente perdonados. Y unas Indulgencias a las que el Papa se refiere en la Bula Misericordiae vultus: “Indulgencia del Padre que a través de la esposa de Cristo alcanza al pecador perdonado y lo libera de todo residuo, consecuencia del pecado”.
En consecuencia, las categorías de pecado y perdón son sustanciales al Año Santo. En tiempos pasados, que fueron tiempos tridentinos en los que la predicación infernal por la Iglesia tanto asustaba, las Indulgencias de los Años Santos eran especialmente deseadas y bienvenidas. Recordemos que la genuina oratoria sagrada era desgarradora y de mucho pánico sobre los pecados y los infiernos. Aquel Dios castigador movía mucho los confesionarios, las indulgencias y las direcciones espirituales. En tiempos presentes, nada de eso ocurre, pues por el pecado y por las calderas de Pedro Botero, los predicadores hoy pasan como de puntillas. Del “Dios” de antes al de ahora, hay diferencias importantes. El Dios actual, tan misericordioso, es otra “cosa”.
Santiago apóstol (en la catedral de Santiago de Compostela)
Es interesante traer a colación la Bula del Jubileo de la Misericordia, Misericordiae vultus del Papa Francisco del año 2015. Se escribe en ella: “Misericordia es la vía que une a Dios y al hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados, sin tener en cuenta el límite de nuestro pecado”. Y luego: “Ante la gravedad del pecado, Dios responde con la plenitud del perdón”. Seguidamente: Jesús revela la naturaleza de Dios como la de un Padre que jamás se da por vencido hasta que no se haya disuelto el pecado y superado el rechazo con la compasión y misericordia”.
Las dos vías de redención de pecados, recuperando la Gracia de Dios, la del Sacramento de la Penitencia y las de Indulgencias están en crisis. Y si la gente no se confiesa hoy, tampoco se esforzará en ganar las Indulgencias, que tantos quebraderos, por corrupción, causaron, por cierto a la Iglesia, siendo causa de la Reformas protestante.
B.- Personaje importante en el Año Santo compostelano siempre fue el Arzobispo de Santiago, hoy don Julián Barrio, el cual, no obstante haber nacido en pueblo polvoroso y de la Diócesis de Astorga (Manganeses de la Polvorosa), muy cercano a Benavente, ya de la Diócesis de Zamora, nada hace recordar al polvo ni al ruido de voladores ni petardos. Don Julián, por no haber sido “Quinto” y haber sido estudiante en el controvertido Seminario de La Bañeza, nada tuvo que ver con la animalada que fue aquello del “salto de la cabra” desde la torre de la iglesia. Eso era muy de allí, como los adobes, las sopas y como don Benicio Gallego, real y mítico alguacil de Manganeses, que, después de llamar la atención de los vecinos con el cornetín, cantaba: “Don Lirio Blanco Ramírez, Alcalde de Manganeses de la Polvorosa, hace saber…Y al final siempre terminaba diciendo: lo que se hace saber para general conocimiento”. Esa retahíla seguro que la habrá escuchado don Julián y que habrá ido al cine local, llamado “Rocío”.
De Arzobispos recordé a Quiroga y Palacios, que presidía procesiones no sólo en la Plaza de la Quintana sino por todas las rúas compostelanas la víspera de Santiago, incluida la Rúa do Vilar, la de las tazas de vino, y que está enterrado cerca de donde debe estar Don Gaiferos reposando. También recordé a Suquía y a Rouco, tan presente éste último ayer y hoy, habiendo sido ambos magistrales con el botafumeiro. Y no me olvidé del desafortunado Arzobispo gallego Maximino Romero de Lema, siempre presente en las fiestas de Santiago, que no fue nada de lo que quería ser: ni Arzobispo de Santiago, ni Cardenal, ni Prefecto de Congregación vaticana. Murió, don Maximino, volando en aeronave de Iberia “de la Ciudad Eterna a la Ciudad de la Estrella”, según escritura necrológica de don Olegario en su juventud.
Pasamos por la verja que, desde la Plaza, nos hace llegar al lugar de la Puerta Santa. El Arzobispo realizó ante la Puerta el rito de su Apertura, golpeándola tres veces con un martillo de plata y de madera. Esta vez, para evitar el polvo y como consecuencia de la gran limpieza de la Catedral llevada a cabo, no hubo derribo de muro, de piedras o cascotes (otros años, con el derribo del tapiado, a punto estuvo de ocurrir una desgracia). Hoy se abrió la Puerta con una llave y así se inauguró el Jubileo. “Esta es la Puerta del Señor”, rezó.
Ría O´ Barqueiro (La Coruña), viéndose a la derecha el pueblo O´ Vicedo (Lugo)
Abierta la Puerta Santa, accedió primero al interior de la Catedral el Arzobispo, en cuanto primer peregrino, después de arrodillarse. Se formó la procesión, de recorrido por las naves catedralicias hasta el altar mayor, siendo seguidos los sacerdotes, con casullas blancas por los arzobispos y obispos, el nuncio y el cardenal Rouco, dando comienzo la solemne Misa estacional. De obispos vimos al de Lugo, Carrasco Rouco, al de Orense, Lemos, al de Tuy, Quinteiro, a los de Astorga y León, antes de Galicia, respectivamente, obispo auxiliar de Santiago y obispo de Mondoñedo. Se oyeron las músicas de Hércules Brass, Juan Durán y del guitarrista Núñez.
Pronunció el Arzobispo de Santiago una emotiva y brillante Homilía. Leyó: “¡Ánimo, gentes todas, que estoy con vosotros, Oráculo del Señor!”. Saludó en varios idiomas; recomendó superar el escepticismo y recordó al Año Santo, a Santiago, y a estos tiempos “que son de rezar y de amar”. La Homilía de hoy hizo recordar acaso ciertas improcedencias en la Ofrenda de ayer, pues lo que no puede o no debe decir el Rey, tampoco puede o debe decirlo su delegado, el llamado delegado regio, hoy también presente en la procesión y en el sitial catedralicio.
Terminada la misa, el interior de la Catedral fue perfumado por medio de ese gigantesco incensario de plata llamado botafumeiro.
Y concluida la ceremonia, driblando al virus, me dirijo a la ría alta y puerto O´Barqueiro, cerca de la Estaca de Bares, en la Diócesis de Mondoñedo, acaso el lugar de más belleza y sublime de Galicia.
En ese lugar, como siempre, miro al cielo y veo, casi, a Dios.
Feliz Año a todos, hermanos y hermanas.