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"LA BURLA DEL PODER AHORA Y SIEMPRE", artículo de ÁNGEL AZNÁREZ (cedido por LA VOZ DE ASTURIAS, 11/06/2020)

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No sé si fue por simple o complicada casualidad. En cualquier caso fue por casualidad. Bien merece explicarlo con detalle por pedagogía: con ocasión del pasado confinamiento por el Cov-19, navegando como Ulises por el piélago de Internet, encontré una “web” de excepción, que pertenecía a la conocida “Fundación Juan March”. Dicha “web” contenía un archivo con miles de conferencias, discursos y debates, excepcionales la mayor parte y de fácil acceso, que se pronunciaron en aquella docta y filantrópica “casa”, desde el año 1975 hasta marzo de 2020. Una “casa” de muchos cuartos, que, por ser tantos, tienen siempre un origen muy discutible. Eso siempre pasa cuando se tienen tantos cuartos.

¿Es Rajoy o Sánchez?: ¿
Me interesaron, en general, todas las grabaciones sobre Literatura española y, en particular, las correspondientes al ciclo sobre “Novela española contemporánea”, celebrado en el mes de junio del ya lejano año de 1975. En una de las sesiones del ciclo, moderado por el que fue mi profesor de Geografía en los Maristas, don José María Martínez Cachero, debatieron Juan Benet, adusto ingeniero-escritor, y Darío Villanueva, barbudo –sin una cana, no como ahora- y crítico literario, más tarde Director de la Academia de la Lengua, aún barbudo o barbado, cargo académico ejercido después del rubio Víctor, de Villaviciosa y del Toisón.

Un brillante Darío Villanueva que destacó, en la obra literaria de Benet, dos temas importantes: la ruina y el devenir del tiempo que, escuchados en 2020 y después de los faraónicos proyectos de ingeniería de Benet en los años sesenta y setenta, entre otros, la construcción del embalse o pantano del Porma, en la provincia de León, se comprobó que pasaron de la obra literaria a la de ingeniería de Benet. No hay mayor ruina y “des-tiempo” que hacer desaparecer por el agua a pueblos enteros, incluido Vegamián, en el que nació el “catedralicio” (por haber escrito tanto y tan grueso sobre catedrales) Julio Llamazares, que jamás lo perdonó al hacedor Benet. Llamazares, como cualquier escritor, siempre escribe de lo mismo. Así acaece en el último libro Memoria de la Nieve, aunque reconoce el autor que ya se publicó en 1982; lo novedoso y muy logrado ahora es que el libro sobre nieves esté editado por una editorial llamada Nórdica (com-penetración perfecta). 

¿Es Rajoy o Sánchez?: ¿
Lo que hizo Benet al sumergir pueblos, no lo superaría el portentoso norteamericano, apellidado Faulkner, maestro y copia del ingeniero. Es indudable que Benet fue un ingeniero y que, como tal, siempre escribió: su literatura es ingenieril. Que eso no lo sepan u oculten especialistas y fatuos diversos, hasta académicos engolados, que siguen hablando como de un paraíso persa, masticando chicles, de la residencia de Benet en Madrid, en Pisuerga 7, es de artificio. 

A final de una de sus intervenciones, de manera un tanto precipitada y confusa –aún vivía el temido Dictador- afirmó Juan Benet, de manera pesimista, que con la literatura o la filosofía y las ciencias en general, el hombre trataba de impedir la acción ciega del azar, con la máscara del conocimiento, y buscando un más confortable acomodo frente a todos los poderes que circundan su esfera. Y concluyó:” El único tratamiento que conoce el hombre, y para satisfacerse asimismo, es la ironía y el burlarse del poder”. Estoy muy de acuerdo con ese contenido final y que está al principio, en medio y al final de la novelística de Benet, de sintaxis de ingeniero. 

Benet no se refería exclusivamente al genuino Poder, al Político, sino a todos, a los naturales y a los sobrenaturales. Ahora en 2020, estos últimos (sobrenaturales) están en decadencia; solamente se habla de “Poder eclesiástico” cuando se hace referencia a esa cuestión hipotecaria que son las inmatriculaciones o aficiones a lo del prójimo, con amparo en Registros que quieren ser de lo propio, no de lo ajeno. Y es que ahora, a los jóvenes y a los viejos casi, ya no interesan ni las promesas celestiales ni las infernales. En tiempos de tanta rapidez como los actuales, ¿qué interés –pregunto- puede tener lo eterno, la vida eterna? Por ahí empezó el desmoronamiento de esa Torre de Babel que es Dios.

Los otros sí que son poderes: el político y el económico, que se ponen tiesos como víboras picadoras cuando se les sorprende haciendo de las “suyas” en sebes o malezas. Pocas cosas hay cosas tan brutales y salvajes como los poderes tratando de defenderse. Y ese reírse de ellos, como reírse de los “nuevos ricos”, les resulta insoportable y cabrea mucho. Ese continuo hacer de las “suyas”, es lo único que hacen porque es lo único que saben hacer. ¡A burlarse del Poder, YA!

Esa burla fue lo primero que hicieron griegos y romanos; acaso antes, los de las cavernas. La burla y la ironía sobre el Poder es la historia misma de la literatura, y hemos de lamentar que no se haya aún escrito una historia de La Transición española en clave de risa y burla sobre el Monarca emérito y sobre los Presidentes de Gobierno que han sido. ¡Tiempo habrá! Así y empezando por lo último no se ha escrito lo que ocurrió en el Congreso de Diputados la tarde en que Rajoy, “ahogando sus penas en Whisky” como se escribió, perdió la “censura” y el bolso (junio de 2018), que apareció en su escaño el muy femenino él, como si fuera de Isabel II, siendo Rajoy un caballero, seguramente de cabeza a pies.

La culpa de casi todo la tuvieron, de una parte, los vascos del PNV, algunos tan alopécicos --por ejemplo, el  presidente del Euskadi no sé qué más-- como los demás españoles, inferiores de “raza”. Por otra parte, también tuvo culpa del desalojo de La Moncloa o descalabro una Sentencia de la Audiencia Nacional –caso Gürtel- de la cual no podemos aún reírnos en caso de ser nula por ser nula –un magistrado notoriamente se durmió durante sesiones  del juicio--, al pender aún, aún, la definitiva y muy pensada del Supremo: ¡Qué ya han pasado dos años desde la inicial sentencia, faltando la definitiva y que seguimos esperando!

Llegó don Pedro Sánchez que tanto me recuerda al bachiller quijotesco don Sansón Carrasco, y al viajero Ulises, al que Homero llamó “el mañero”. Siempre me interesó ese “opúsculo” u obrita que Maquiavelo llamaba a su “El Príncipe”, que tomé muy en serio, lo mismo que a Claude Lefort, su mejor especialista, pues el abandono, a principios del siglo XVI, de teologías medievales y de asuntos de sacristías para fundamentar el Poder político me pareció genial.

Con Pedro Sánchez valoré “El Príncipe” como pieza maestra del humor político, especialmente su capítulo XVIII que, encabezándose acerca de la “Fidelidad del Príncipe a la palabra dada”, está lleno de maldades que parecen las especialidades del político Sánchez: bien la necesidad de ser bestia y también de ser hombre, bien tener los modelos de la raposa o la zorra y del león, bien saber a quienes se engaña y quienes son engañados, bien hablar mucho de paz y libertad y luego hacer lo contrario. El hecho de que Pedro Sánchez no emplee la  “virtud de religión” en cuanto táctica política es consecuencia lógica de lo que más arriba escribimos sobre el no poder religioso.

Hasta los lectores de El País –los rubidos del ABC por supuesto (desde lo del llamado “plagio del doctorando” están en alerta continua) saben que Sánchez, el muy mañero, hace sin parar de zorra y de león. Eso, acaso, no sepan los de Ciudadanos, que tienen una Presidenta muy “arrimada” y que algunos son sólo abogados del Establo. ¡Cuántos dineros van a recibir de los bancos los de Ciudadanos para hacer lo que hizo últimamente su Presidenta, la intrínsecamente arrimada!

La Botina banquera ya lo prometió. 



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