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"TRAMOYAS TRAICIONERAS", artículo de ANGEL AZNÁREZ RUBIO ("La Nueva España", 17/05/2015)

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¡Bendito seas Tú,  Oooh Creador de toda clase de perfumes!
            (El Talmud de Babilonia)

Es la Literatura, la ficción, la que, como siempre fue, nos descubre los secretos de la verdad, de la verdad de la vida y de los sueños, que distraídos andamos por los laberintos de cada día, y que tanto nos equivocamos llegando a tomar por genios a los más tontos del vecindario. Robert Musil escribió que eso en su ciudad, Viena, nunca ocurrió, pero en España, más de los Borbones que de Austrias, es frecuente y aquí, en Asturias, lo más vienés que tuvimos, hace décadas, fue, en Oviedo, el bombonero del Peñalva. De ese trastorno selectivo, las responsabilidades se reparten y que cada cual apunte lo que considere, los llamados “medios” también; que yo, por educación, no debo señalar más.
Un patriota y una matriota
Fue leyendo la novena parte de “Los testamentos traicionados” de Milán Kundera, cuando de repente encontré la siguiente exclamación del autor checo que me sobrecogió: ¡Ah, qué fácil es desobedecer a un muerto! Pero dispuesto a contar sólo verdades –por eso no soy escritor (lo reitero)- debo precisar que aquella exclamación no me sobrecogió tanto: después de décadas –menos que las del bombonero- de funcionario de la fe, de la pública –en España la fe privada también es pública, líos de fes-, y siendo autor de testamentos a miles, lo que exclamó Kundera, así como otras cosas aún peores, las sabía por bien aprendidas .
El sexo de la amapola
En cualquier caso esos tristes pensamientos cercanos a Kafka, kafkianos y kafkólogos, no brotaron sentado en un banco de un parque con suelo de hojas secas en ciudad de nieblas, como los de Moravia en otoño. Fue el sábado penúltimo en Tierra de Campos, con los sesos excitados por colores: el azulete del firmamento que todo lo mira, el verde obscuro de los trigales en gestación, el rojo, rojo genital, de las amapolas abiertas de par en par como suplicantes para el placer, y el negro de las golondrinas, de “sobacos” blancos, que hacían piruetas acrobáticas con gorgoritos de filarmonía. Pocas veces, muy pocas, se puede comprobar que lo que creó Dios, lo creó bien, aunque parezca de cuento.
Por la perfección de los colores, más sentí con emoción que pensé, y eso que tampoco soy poeta (“ingenio lego” que llamó Cervantes), y sentí cavilando sobre lo de Kundera: sobre las traiciones. La palabra traición nada me gusta; en sí lleva la máxima perfidia, la exageración de lo desleal total a todo, incluso al Estado. Suele ser palabra –traición- de uso por llamados “patriotas”, de mostachos enhiestos y con bigotera encamados, muy a gusto con decorados a base de hojalaterías y ojales, y casi siempre teniendo entre sus amantes los dineros –por eso, alguien escribió que, cuando se cruza con un “patriota” mete las manos en el bolsillo para evitar ser robado. Las “matriotas” son, afortunadamente, escasas. ¡ Más inteligentes que son ellas!
La autoridad
Pero lo anterior que disgusta, no puede impedir que, cuando haya una traición, probada como verdadera, se denuncie y a gritos; a veces basta con las palabras, que, bien encasquilladas en el tambor pistolero, pueden ser balas. Traiciones hay muchas, unas públicas y otras privadas, unas altas y otras bajas, de derechas y de izquierdas. Trataremos de una, que es pública, alta y transversal, tanto de derechas como de izquierdas, que es relativo como La Bruyère escribió siglos ha: “un poco más de azúcar en la orina y el librepensador va a misa”).
Con bigotes y por la noche con bigotera
Los expertos de la llamada, en otro tiempo, Teoría del Estado, mientras –según ellos- debatían, con minuciosidad de cabalistas, sobre el liberalismo sin liberales, la socialdemocracia coja y el derecho a la felicidad global, no cayeron en la cuenta –reitero, según ellos- en lo que se estaba produciendo: el saqueo o robo masivo al Estado; o sea, consiguiendo su más grande objetivización: un objeto de robo, como si de una joyería se tratase o de una sucursal bancaria, con cajero incorporado. Una traición en suma.
Los prebostes de la llamada “sociedad civil”, los mismos que desde tribunas de casino de pueblo piden que el Estado no intervenga en sus asuntos, vieron la ocasión propicia para aumentar geométricamente sus dineros, y ser así ricos de verdad –el llamando Estado de las Autonomías a esos efectos fue estupendo para cacicatos y monsergas de las “élites” locales-. El mismo Estado se prestó a ello aceptando -por ejemplo y muy resumido- una legislación autonómica, fraudulenta en asunto de Cajas de Ahorros, consiguiendo que dirigentes de esas entidades permanecieran en su cargo “ad aeternum”, en contra de la temporalidad fijada en la básica legislación estatal. He ahí un factor determinante para la ruina, corrupción, saqueo y crisis financiera de las Cajas, que ahora pagamos los españoles, y cuyo patrimonio –del pueblo- está pasando a manos de … (aquí el lector puede escribir lo que quiera, desde tahúres a Hijas de la Caridad). 
Un enrejado o cerrojazo para los de atar
Un nefasto sistema de selección de dirigentes políticos por los Partidos, dio a algunos de aquéllos la posibilidad de hacerse ricos, desde sus cargos, robando a la ciudadanía, cosa que no podrían conseguir (hacerse ricos sin robar) en sus actividades privadas, más o menos modestas. ¿Cómo trasmitirán a sus queridos descendientes tantos ilícitos? ¡Qué dolor…! Y si Dios no les hubiese dado descendientes, no hay problema: el diablo les habrá dado sobrinos. Consecuencia de todo –añado yo y no los expertos antedichos- es una realidad descompuesta, líquida sí, pero de líquido cadavérico, con larvas y demás dípteros por doquier, de imposible gestión y digestión por un solo Partido político, aunque disponga de mayoría absoluta, que si llega a concluir la Legislatura será por milagro. Crisis moral, ciertamente, y siempre que hay crisis morales, las hay también mentales.
Y ello será así mientras las piezas del “rompecabezas” no se coloquen debidamente en su sitio. El Estado, que a todos representa, habrá de recuperar la “auctoritas” y la razón, sin dejarse menear por mangantes. Una clase política democrática, no de petardistas, chulapones y sablistas, habrá de temer hacer cosas sucias, compartiendo juego con unos funcionarios, neutrales, con cultura de la imparcialidad, con sentido de su función pública, teniendo claro que no se pueden discutir recetas de cocina con antropófagos.
¿Y el Estado autonómico, qué? Quién conozca la Historia de España, la Medieval y la Moderna (reinos de la monarquía), ha de saber que España no puede ser un Estado unitario, de ahí la necesaria defensa de las Autonomías; pero no unas Autonomías “chollo” que nos hagan volver a lo peor, privilegios y caciquismos del siglo XIX. No puede ser contrario al Estado de las Autonomías el que esto escribe, que gusta sin vanagloria al haber sido propuesto por un Parlamento para ejercer su actual servicio público de Justicia. ¡Qué más puede pedir quién, además de la  legitimación cotidiana (por oficio) y no democrática  –la basada en la motivación ajustada a Derecho de sus resoluciones-  tiene la legitimación de origen, la de haber sido propuesto por un Parlamento democrático (autonómico)! Y siempre, en el origen de los nombramientos de las cúpulas judiciales, hay un acto político –los que esto duden que estudien, por ejemplo, la Corte Suprema de EE.UU. o el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
Las traiciones y sus derivados nunca hubiesen ocurrido si la sociedad a la que el Estado ha de servir, fuera intolerante ante la corrupción; está muy lejos de ello, lo cual tiene explicación histórica de enjundia. La pena es que los años transcurridos desde 1977 a hoy, a esos efectos, han sido inútiles, pues la sociedad española sigue siendo arcaica, sumisa a los privilegios y propensa a la “devotio” visigótica al poderoso, del que quiere estar cerca y hasta tocarlo. ¡Lamentable!

Si Kundera escribió de tristes traiciones –es sabido que estos centroeuropeos son como su clima- concluyamos con soles, como los de Tierra de Campos o Creta, o sea, que volvemos al principio. Cuenta el escritor cretense, Nico Kazantzakis -coterráneo del pintor de santos y muertos (Doménikos Theotokópoulos)- que, subiendo por el Monte Athos, un monje le contó que, en una ocasión, se acercó a un almendro y le dijo así: “Háblame de Dios, hermano almendro, y el almendro se cubrió de flores”. O sea, casi como lo de los judíos de Babilonia. Lo otro, las traiciones también, y eso oliendo los perfumes, hijos de las flores, genitales de plantas, también. Y Mayo, es el mes de las flores.

Las fotografias fueron realizadas por el autor en Roales de Campos (Valladolid), Ribadeo (Luego), Berlín y Benavente (Zamora).

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