Periodismo de calle, ¿versus cotilleo? En parte, puede. Ya me respondo yo misma, anteponiendo un “puede” por aquello de que los propios periodistas no se me mosqueen, que dicen ahora los jóvenes. Lo primero, creo que habría que saber quién es periodista, ¿todo el que escribe en un periódico, tal vez? ¿Es médico todo el que trabaja en un hospital?... Por curiosidad he revisado, sin mala intención por supuesto, las colaboraciones que en un periódico local se hacen a diario y, o todos son periodistas y estoy desinformada, o los ídem se pueden contar con los dedos de una mano. Bonito está el panorama para los jóvenes que salen de esa flamante Facultad de Ciencias de la Información en la que algunos estudiamos. Yo les recomendaría a esos ilusionados chicos y chicas que se dedicasen a cualquier otra cosa y practicasen el periodismo por afición, les saldría más rentable.
No tengo ninguna duda respecto a que el periodismo requiere, ahora más que nunca, una especialización y que con ella, ciertamente, no se sale de la facultad. Así que, en cierta manera, estarían justificadas esas colaboraciones de quienes tienen otras profesiones. Hasta ahí, correctísimo. Ahora bien, ¿qué le queda para el periodista de facultad? Por mi parte, lo tengo claro: el periodismo de calle. Ese que recoge todo lo que sucede en la ciudad y que va más allá de la pura información –aunque debe de ser, por supuesto, informativo antes de nada-. Cabe preguntarse qué es el periodismo de calle y si puede interesarle a los lectores. Sin ser ninguna lumbrera, ni echar mano de las estadísticas, uno se da cuenta de que los lectores suelen pasar de puntillas por la mayor parte de la información. Digamos que los titulares y poco más. ¿Por qué? Pues sencillamente porque casi todas las noticias ya nos la ha servido con el desayuno bien la televisión, bien la radio. Y respecto a los artículos de fondo –más interesantes cuanto más breves y concisos- y de esas con frecuencia largas colaboraciones de los ilustradísimos -que no viven de escribir pero que practican esa gratificante y fructífera actividad como medio como ocio- tienen un público tan reducido como selecto, para beneficio de la cultura.
Hay otro tipo de periodismo que interesa prácticamente a todo el mundo y que, como indicaba al comienzo, puede considerarse hasta de un poco de cotilleo. Casi nadie pasa por alto lo que le sucede al vecino, cómo vive, qué hace, cuáles son sus penas, si ha tenido algún percance… Porque no hay que olvidar que, por suerte, vivimos en provincias, en ciudades pequeñas en las que aún nos conocemos todos. Esa es precisamente nuestra calidad de vida. Disfrutamos de privilegios que no tienen las grandes ciudades –tienen otros, por supuesto-, y probablemente el más importante sea ese contacto humano, esa comunicación que nos permite relacionarnos con el vecino, viva en nuestra calle o unas cuantas más arriba. Y nada colabora más a esa unión que aquello que se dice el periódico del día. Cualquier sucedido publicado en un medio de comunicación, corre como la pólvora por la ciudad. A eso es a lo que yo llamo periodismo de calle.
Hay periódicos que se publican en los pueblos, casi todos de distribución gratuita, que recogen todo aquello que acontece en su zona y esos sí hacen lo que yo llamo periodismo de calle. Me refiero a “