EL DRAMA DE LA SEPARACIÓN EN LA PAREJA Y SU REPERCUSIÓN EN LOS HIJOS
Cuando una piensa en aquellas épocas de la historia en las que el matrimonio era para siempre, pasara lo que pasara, cuesta creerlo. Si el amor moría, no importaba: el dedo acusador señalaba para siempre, y a tragar. Si el marido era violento, dictador y tirano, no importaba: el dedo acusador señalaba para siempre, y ni siquiera se investigaba la situación. Si la mujer era una acosadora psicológica, no importaba: el dedo acusador señalaba para siempre. Con lo cual se llegaba a verdaderas tragedias familiares y mucho sufrimiento.Por fin, llega un momento en que la separación se permite y, lento pero seguro, el divorcio se va consolidando. Una piensa qué alivio, todo aquel dolor va a desaparecer. Pero en la vida nada es tan fácil ni sencillo. En parejas sin descendencia no hay muchos problemas, la separación suele ser incruenta. Hay matrimonios recientes en los que los componentes o uno de ellos no está dispuesto a aguantar nada, a sacrificar nada, a querer sin egoísmo, y ello lleva a la separación en picado. Se reparten los bienes, y si te he visto no me acuerdo.
Pero cuando hay hijos las cosas no son tan fáciles. Hay casos en los que el divorcio es una necesidad perentoria, en los casos en que alguno de los cónyuges es violento, maltrata a su pareja o a los hijos. Ahí la separación debería ser inminente. Es terrible que cueste tanto llevarla a cabo. Primero hay que probar los malos tratos y, desgraciadamente, eso se consigue con mucha dificultad y a veces demasiado tarde porque la situación ya es irreversible y el maltratador consigue matar o herir a su pareja.
En la mayoría de los divorcios, el amor se ha acabado o uno de los cónyuges ha encontrado otro amor y aquí empieza la tragedia del abandonado o abandonada y de los hijos. Para los hijos desaparece su vida segura en compañía de su padre y de su madre; aunque hubiera peleas entre ellos, estaban allí a su lado. De repente hay dos casas diferentes y ya ninguna es su casa o es una casa compartida con los hijos de la pareja de sus padres. Ya no están seguros de nada. Además, en los casos en los que los padres no se llevan bien y luchan para quedarse con ellos, con chantajes, cantidades de regalos, consintiéndoles demasiado, la vida es confusa y no saben qué partido tomar.
Si los padres viven en la misma ciudad, al menos pueden ver a las respectivas familias con asiduidad; si viven en diferentes ciudades, todo es más complicado, aunque si es en el mismo país todavía es relativamente fácil verse. Cuando cada uno vive en país diferente, todo es puro dolor.
Hoy en día los matrimonios entre personas de diferentes nacionalidades, colores, religiones son muy corrientes. Los jóvenes viajan mucho por sus trabajos. Es fácil que las madres se vayan con sus hijos a sus países de origen; y los jueces, que tienen la tendencia a dejar a los hijos con las madres, lo consienten. Aquí empieza el calvario del padre y de la familia del padre. Por un lado, encontrar trabajo en el país donde viven sus hijos es complicadísimo, las más de las veces imposible, y para los abuelos, hermanos, primos igualmente. Ahora, con la crisis, nadie tiene dinero para ir a verlos. Skype, los «e-mails», los «whatsapp» no son lo mismo, son una gran ayuda pero no sustituyen a la presencia física. A veces el progreso no lo es tanto. (15/06/2013)