Virginia pronunciando una conferencia en el Ateneo sobre Agatha Christie |
He contado muchas veces que para mí el Ateneo Jovellanos ha sido como mi segunda casa toda la vida. Cuando yo era jovencita, mi padre, que durante muchos años perteneció a la Junta Directiva, nos llevaba a visitar las exposiciones de pintura, a los conciertos, a las conferencias, a las lecturas de poemas, a la biblioteca. Y si queríamos verle, teníamos que ir al Ateneo, pues al salir del trabajo allí encaminaba sus pasos. Siempre tenía algo que hacer.
José Benito fue vocal, secretario, presidente, en este cargo poco tiempo, su letrero de rojo le perseguía, pero a la hora de trabajar era muy apreciado pues había poca gente que tuviera tanta capacidad de trabajo como él, tantas ideas y tanto entusiasmo.
Andando el tiempo, se fue a enseñar literatura inglesa a la Universidad y tuvo que relegar sus funciones en el Ateneo. Yo me fui a estudiar a la facultad y también tenía menos tiempo. Después, mis ocupaciones como esposa, madre y profesora no me permitían estar en el circuito cultural tanto como yo habría querido.
Cuando me jubilé, José Luis Martínez, presidente del Ateneo a la sazón, me ofreció formar parte de la directiva. O yo me ofrecí, no sé. El caso es que empecé a colaborar fuertemente. Fueron años felices, me encantaba ayudar a expandir la cultura en Gijón y cuando el presidente me pidió que presentara a algunos conferenciantes y algunos escritores, descubrí el placer que ello me proporcionaba. Parece ser que se me daba bastante bien y gracias a ello conocí personajes de la vida literaria, política y cultural española muy interesantes. Yo preparaba bien las presentaciones, con lo cual mis conocimientos del día a día de la cultura se enriquecieron muchísimo.
Llegó el momento en que parecía que José Luis Martínez se iba a retirar de la presidencia, estaba bastante enfermo y cansado. Muchos socios me pidieron que me presentara a las elecciones y voy a explicar porqué lo hice.
La vida ateneísta había formado parte de mi familia durante generaciones. Mi bisabuelo Adolfo fue presidente del Ateneo de Madrid, mi abuelo Benito lo fue del de Oviedo y mi padre del de Gijón. Así que creí que ya había llegado la hora de que una mujer y una de mi familia, que por condiciones de la época no habían tenido parte en nada, presidiera el Ateneo Jovellanos.
Así que me lancé a la aventura con entusiasmo. Pronto descubrí dónde me había metido. Mi bisoña directiva, entusiasta y con muchas mujeres, recibió palos por todos lados. No voy a entrar en detalles por no remover viejas heridas y porque lo que pasó, pasó y ya está muerto y enterrado. Sólo quiero decir que la oposición fue bastante ruin, en mi opinión. A pesar de todo, algo removimos en las entrañas del Ateneo. Perdimos con cierta dignidad. Pero yo sufrí traiciones de gente que creí amiga, e incluso maledicencias. Se llegó a decir que yo era una roja que quería traer el rojerío al Ateneo. No sé si la frase es para reír o para llorar.
La consecuencia es que casi no volví a aparecer por el Ateneo, mi segunda casa. Será que no me gusta perder. Ahora, cuando, por fin, José Luis Martínez se ha decidido a irse y se han convocado elecciones, no tuve ninguna duda, no iba a presentarme. Ya había aprendido la lección, no estaba dispuesta a sufrir otra lucha fratricida.
Ahora que se que Álvaro Muñiz Suárez ha sido elegido nuevo presidente, me alegro. Creo que es una persona inteligente y cabal y que va a llevar al Ateneo Jovellanos a buen puerto. Así pues, deseo larga vida al Ateneo Jovellanos.