“España Cañí” es un pasodoble torero y en crescendo (,“tararán, tararán, tararán, tan, tan”), mucha actualidad en España, Asturias y Gijón, pudiéndose añadir a las tres lugares lo de “Cañí”, con efectos devastadores para los políticos/as respectivos/as. Muchos hoy ignoran, también los republicanos, que ese pasodoble fue el primero en sonar en la Plaza de las Ventas, en el histórico paseíllo de una tarde de junio de 1931, cuando en dicha plaza se celebró la corrida de toros, que presidió el Presidente de la República, don Niceto Alcalá Zamora. Además, ese pasodoble gustó tanto en Gijón que, según cuentan los historiadores, se anunciaron dos conciertos, incluido en ambos el pasodoble dicho, concierto uno en la calle Corrida, a cargo de la Banda de Música de Gijón, y otro, en el Paseo de Begoña, a cargo de una Banda militar.
El pasodoble “España Cañí” emocionó a los de Gijón, muy dados a lo emotivo, como lo prueba la facilidad de llorar al cantar el “Gijón del Alma”. Los de Bilbao, mucho más brutos por vascos, cantan el “riau- riau”, que suena como a gatos con rabia o en celo. Los de Oviedo, siempre tiesos, cantan de pie el “Asturias Patria querida”, lo mismo en una sidrería con virutas de serrín en el suelo, que en el Teatro Campoamor junto a butacas de patio, ante reyes, infantas o lo que sea. De Oviedo tenían que ser la actual reina, la fría Leticia, y la anterior de la anterior, la más fría aún, Carmen, la del Polo. Por ser torpe de escritura, dejo mi pluma escritora aparcada por momentos y cojo la de mi maestro Umbral. Éste escribió: “Las mujeres se han reunido en torno a doña Carmen, en una corte mínima y doméstica que tiene prestigios repentinos de plata al sol”.
La música de la “España Cañí” con letra de “siempre fui cañí, poesía en flor, esta España de mujeres bellas…” anuncia las Ferias y Fiestas de los pueblos de España y de sus nacionalidades. Eso ahora ya no ocurre ni en Gijón, amor del pasodoble, con ocasión de las fiestas de Begoña. Da igual; en Agosto, Gijón es una Fiesta con princesitas de pastel y con dos Ferias: la de Muestras y la de los Toros. En El Bibio, en lo alto de la cornamenta taurina, ondean banderas patrias, pareciendo aquello, más que una plaza de toros, el edificio de la ONU en New York. Y en la Feria de Muestras hay banderas a cientos, sólo faltando la de los piratas, que estando en la exposición, no se ven.
Por haber tanta gente en Gijón, eché en falta la llamada “España vacía”, y hacia ella partí. Lo cual resultó un inmenso error y horror, pues esa España, en vacaciones, resultó estar llena, abarrotada; todo estaba al completo y necesitándose para todo, una cita previa, como en primer lugar por la pandemia y luego por la vagancia de los empleados públicos.
Circulando por la autopista AP-66 en dirección a León, el viernes, 11 de agosto, admiré a la izquierda, el embalse de Barrios de Luna, ya en la comarca leonesa de Luna; temblé ante el puente espectacular de Fernández Casado; kilómetros más adelante, la indicación para ir a La Virgen del Camino, me hizo recordar que allí, junto al Santuario, en una “casa de ejercicios espirituales” los alumnos de Los Maristas, de Oviedo, vigilados por el Hermano apodado “El torero”, íbamos a hacer, bajo la dirección de un dominico-inquisidor, planes de lucha contra los enemigos del alma, en especial, contra el demonio tentador, que nos hacía pecar tanto contra el Sexto. También recuerdo que en esa “casa de ejercicios”, unas monjas dominicas, daban de comer un buen arroz con pollo y con trocitos de hígado (los mejores tropiezos, por cierto, de hígado están hoy en las sopas que prepara la cocinera del Restaurante La Llosa, en Oles (Villaviciosa), mis queridas Luisi y Teresi.
Al otro lado, el camino de Veguellina, cerca de La Bañeza, tierra de oteros y de Oteros, me recordó a mi amigo José Corzo Villa, fallecido hace meses, y que fue la persona que más quiso a la Guardía Civil, lo cual fue de mérito, habiendo sido Corzo hijo de socialista. Y entre tanto ensueño veo a lo lejos, en León, la llamada Pulchra leonina, o sea la Catedral, llamada así por el clérigo escritor, un don José González, al principio del siglo XX, personaje muy importante en la Diócesis leonesa, pues fue profesor en el importante Seminario de Valderas. La pluma del cura González era florida, llegando a escribir así: “El relojero andaba a brincos como los conejos”. Y desde tanta distancia, la Catedral majestuosa parecía raquítica, lo cual es un efecto óptico muy frecuente, pues, para admirar ante la mucha belleza, siempre hay que acercarse, y cuanto más, mucho mejor.
Y hubo un tiempo en que lo pulcro, que es lo bello en latín /(pulchrum), se puso de moda en León; “pulchra maragata” se llamó también a la Catedral de Astorga, villa la de los muñecos Juan y Colasa en el Ayuntamiento. Y León fue una tierra luego calificada, injustamente, de cazurra, de gentes bastas, que nada tuvieron que ver con las cartas de juegos.
Salgo de la autopista y desciendo por Villamañán, recordando que a la derecha queda muy poco del cementerio que allí hubo, estando enfrente el “velatorio”, que, según supe en su día, resuelve todo lo mortis-causa con rapidez de vivos y no con la lentitud de los muertos. Y mirando al solar del que fue cementerio, no puedo evitar el pensamiento de la cantidad de personas que allí mismo, bajo tierra, se pudrieron.
Pero antes de llegar a Villamañan, camino del Sur, que es Valencia de Don Juan, la antigua Collanza, con fiestas a base de halconeros, saltimbanquis y bufones, hubo que pasar por la comarca de Valdevimbre, tierra de majuelos con suaves vinos, los llamados “prietos-picudos”, por ser de uva prieta y picuda, nada que ver con eso tan frecuente de que los humanos sean prietos y también picudos. Y lo de comer o cenar en las llamadas bodegas de Valdevimbre, no soy muy partidario, pues para comer cecina y chuletones de vacuno, siempre se dijo que se necesitan aires, ver la luz del día o contemplar la luna, siendo las bodegas estupendas para guardar vinos a buena temperatura.
Y por fin llegué a Valencia de Don Juan, que no es el destino de este viaje, como se descubrirá la semana próxima. Pero Valencia de Don Juan es importante por varias razones: fue lugar de veraneo de muchos asturianos, unos políticos y otros no, isidros unos y rozados otros, que allí, en el pasado, fueron a secarse y que ahora van a mojarse. Y con una Urbanización de lujo, que es Valjunco, casi como es en Madrid la Urbanización Puerta de Hierro. Tiene Valencia un complejo acuático y deportivo digno de las mayores y serias alabanzas, y felicitaciones al Ayuntamiento. Y tuvo un tren, con máquina de lanzar humos blancos al espacio azul y bufidos por bajo, primero en campos de León y luego de Castilla; un tren motejado de “Burra”, que iba desde Palanquinos (León) a Valladolid pasando por Medina de Rioseco. Y ese tren tiene un libro que lo escribió, naturalmente, un maestro, un tal Julián González Prieto, que en la contraportada explica que es palentino de nacencia y leonés de pacencia.
Cerca del importante Río Esla y bajo la mirada, desde lo alto, del acojonante Castillo tuerto, se encuentra el complejo acuático antes referido, que es como un Disneyland Park para comer, tomar el sol y bañarse en piscinas, piscinas de olas y de la Rana. Quise entrar y no pude, pues la cola era enorme, con minuciosidad en los registros de entradas, con barreras y obstáculos como los del metro de Madrid. Un funcionario, que por allí andaba y que debería pertenecer a un negociado de la antes llamada Depositaría municipal, me explicó que tanto control en las entradas era para no discrepar y pleitear con la Hacienda de León: disputas sobre aforos. “¡Fíjese, don Angel –me dijo el de la Depositaría- nosotros con lo legales que somos, que se nos acuse de no pagar lo debido a la Hacienda Pública, como si fuéramos empresarios mineros, es el colmo!”. El tal funcionario me contó intimidades, pero ahora, por si acaso, no reproduzco.
Al no entrar, no pude ver el fondo bibliográfico de la Bibliopiscina; no pude preguntar a los cocineros y cocineras, que tanto “trabajan” los macarrones con chorizo como plato del día, si seguían siendo tan demandados (los macarrones) como hace un par de años. Tampoco pude ver, si por la inflación de Pedrito Sánchez, subió el precio del lote de tres botellas, del vino prieto picudo y del blanco verdejo, que estaba, el lote, hace años en 10 euros. Si pude leer, en cambio, las rigurosas normas para usuarios, unas específicas y otras disciplinarias, sorprendiéndome que, entre tanto imperativo, se “colaran” consejas, aunque de mucho sentido común: “Hacer aguadillas puede ser broma de mal gusto”.
Y saliendo ya de Valencia, girando a la derecha, comprobé que el Cuartel de la Guardia Civil, antes muy operativo, ahora estaba cerrado, lo que me provocó inquietud, pues lo del “Todo por la Patria” tan cerrado no me gustó. Todo por la Patria, la de adentro cerrada, y todo por la Patria, la de afuera abierta, pero nada, como si estuviese cerrada. ¡Ay, ay, Patria mía! ¡Y qué fácil, en lo de Amor a la Patria, es pasarse de rosca!
Se continuará el viaje hasta llegar al ansiado destino en la España, vacia, sabiéndose al fin cuál. Resulto que esa España vacía estaba llena, abarrotada y abigarrada, o sea, de muchos y diferentes colores.
Fotos del autor