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EN LA VÍSPERA DE MAÑANA, EN COMPOSTELA, artículo de ÁNGEL AZNÁREZ (publicado en Religión Digital , el dos de junio 2023)

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       El gran día, de voladores y de cabezudos, será mañana, tres de junio de 2023, en la Catedral que mira a tantas plazas, siendo la mayor, la del Obradoiro, de muchos significados. Hoy, con nubes en el cielo y calores en la tierra, en vísperas, como las pacíficas electorales y no como las violentas sicilianas, es también jornada de reflexión, y por eso reflexionaremos aquí, en Religión Digital. Entré en la Catedral, casi de madrugada, hoy mismo, el viernes.

 

         I.- El arzobispo cesante, Don Julián:  

 

         Se dijo que don Julián era como “don Algodoncito”, por rechoncho sin huesos, por ser como osito de peluche o tierno y mimoso como los bebés. Siempre discrepé de tal consideración como de J. R. Jiménez, argumentando que si le acercabas el dedo a la boca, podías quedar sin dedo y hasta sin mano. No obstante lo cual, siempre sostuve que era un “buen hombre”, muy bueno, aunque, naturalmente, con el grado de maldad que es inherente a los que recibieron el llamado Ordo episcopalis, un sacramento

         

Pienso en don Julián teniendo entre manos un libro, el de Emiliano Pérez Mencía, titulado Oficios tradicionales y artesanos en los Valles de Benavente (Benavente 2010). Entre los capítulos, uno dedicado a Máximo Pérez, el cestero de Quiruelas de Vidriales, y otro, el de Doroteo, el barbero de Villafáfila, está el de Benicio Gallego, el alguacil de Manganeses de la Polvorosa, lugar de nacimiento de don Julián y que, estando tan cerca de la zamorana Benavente, de la Diócesis de Zamora, es Manganeses de la Diócesis de Astorga. Omito lo de la cabra arrojada desde la torre, fama del pueblo.

 

Y es que don Julián tuvo que conocer al alguacil de su pueblo, tocador de corneta, nunca del tambor, y luego cantante: “Por orden del señor alcalde se hace saber…”. Se quejaba don Beniciode tener que caminar mucho, pues hacía 17 paradas en las distintas calles y plazas de Manganeses, con tres toques de corneta en cada una. También recordaría don Benicio que en Milles de la Polvorosa hubo una alguacila llamada Pepa Orduña, que según le contó don Donato –eso dijo-, “hacía de todo, y muy del agrado de sus vecinos”. 

 

Don Julián fue arzobispo de Santiago de Compostela durante treinta años y unos meses, no dejando que el otro arzobispo, cardenal que llegaba periódicamente de Madrid para descansar en Villalba, tierra lucense de gallos capones, hiciera funciones en la sede compostelana. Y lo de mañana, lo del Arzobispo nuevo, hoy aún electo, fue, al parecer, peripecia y acrobacia suya, de don Julián, y de otros, como bien saben don Jesús y de don Luis Ángel, obispos que hoy peregrinan en Astorga y León, respectivamente, y antes en Galicia, con posibilidades, luego frustradas, en lo del ius successionis a Compostela. 

 

Y es que la “barca de la Iglesia” navega en la Historia entre dos grandes marejadas: la del “donde las dan, las toman”, y la del “al que te abofetee en la mejilla derecha, ofrécele también la otra”. Comprendo que esto quede un tanto confuso a muchos, pues, para bien entenderlo, se debería ir a la Catedral de Lugo y examinar lo que en ella pasó en 2008, enero (en la capilla de San Froilán) y en febrero (en el Altar Mayor. ¿Verdad, don Mario?

 

Seguí con atención las palabras pronunciadas, con mucha emoción, por don Julián el sábado, víspera de la Semana Santa de este mismo año, en rueda de prensa, con ocasión de haberse hecho público del nombramiento del nuevo Arzobispo de Compostela, don Francisco José. De todo el muy interesante discurso, transcribo las siguientes palabras: 

 

“He tratado de interpretar la Modernidad. Lo he querido hacer a través de una lectura creyente, y me he dado cuenta de que tal vez la Modernidad rechaza a la Iglesia por esos valores del Evangelio que tratan, de alguna manera, de descubrir esos fantasmas de la religiosidad. Hacer una lectura creyente es de alguna manera sentirse apoyado por la palabra de Dios, que es luz siempre para nuestros pasos”. 

 

II.- El arzobispo electo, don Francisco José:

 

He mirado a don Francisco José y le he escuchado en castellano y en gallego, muy de él. Es bajito y de cabeza grande, nada monstruoso, pues hay obispos más feos, con dentaduras horribles y orejas enormes. Es un excepcional orador y de habla siempre presta, don Francisco, lo que es prueba de su mucha inteligencia, con un tono de voz viril, nada de gorgoritos de fraile o de monja. 

 

Mi director, José Manuel Vidal, también orensano, me contó del nuevo arzobispo cosas muy buenas, como de cine y de ovejas. Me acuerdo haber oído a don Francisco José en la Ceremonia de su Consagración episcopal, año 2021, recordar, en momento de mucha emoción, a sus padres (los meus pais), zamorano él y gallega ella; a su hermano Fernando allí presente, a su cuñada María también presente, y a sus tres sobrinos. El tal hermano Fernando lució en aquella Ceremonia una bonita pajaritaque a una Ceremonia tan encauzada, dio un carácter de extravagancia, y con una pajarita de color, no negra, no de camarero, no de solista de música de cámara. ¿Llevará mañana, Fernando también pajarita? Se verá y lo contaré.


En el Discurso (de nueve minutos de duración) del anuncio de su nombramiento en el palacio episcopal, Don Francisco, habló líricamente de la fermosa terra galega, de Santiago de Compostela, de Coruña y de Pontevedra, de la belleza en el corazón de la gente y en el paisaje. Y dirigiéndose finalmente a don Julián Barrio le dijo: “Esta fue su casa durante 30 años, y ésta es y queremos que siga siendo su casa”. Esto último también me gustó. 

 

Antes había afirmado: “Presidir es servir, no lo podemos olvidar”. Esto no se lo dijo a José Manuel Vidal en la magnífica entrevista que se publicó aquí, en Religión Digital, hace unos días. 

 

Desde el fondo de la sala de la rueda de prensa, se veían las dos cabezas, grandes, de los dos arzobispos, sus no menos imponentes calvas, limpias de hierbas o pelambres capilares en la pista principal o de despegue. Colgado en una pared se veía el retrato de otro orensano, el cardenal Quiroga Palacios, de mucha importancia, pues fue el primer Presidente de la Conferencia Episcopal española, el organizador del Centro Ferroviario de la Acción Católica y hasta fue “Medalla al Mérito Turístico”.

 

Siendo casi un cativo, en una noche, en el Obradoiro, víspera de un Santiago en un mes de julio, con luces de fuegos artificiales, recuerdo haber visto a la izquierda de la fachada principal de la Catedral, a lo lejos y a lo alto, en el palacio episcopal, las gordas figuras de los entonces obispos gordos Quiroga, Temiño y Oña de Echave, de Santiago, Orense y Lugo, respectivamente.

 

III.- El Santo dos croques y la Gloria de Pórtico:

 

Entre tantas cabezas grandes, entré en la Catedral compostelana el viernes día 2 de Junio, recordando a otro gran cabezón, éste en verdad “gigante y cabezudo”, el escultor Leiro, de la parroquia de Cambados, y di los croques, coscorrones o cabezazos de rigor en la escultura del “santo dos Croques”, junto al Pórtico de la Gloria y cerca de la tumba del cardenal Quiroga, tan pisada, y no trasladada al espacio funerario de Álvaro Siza para sepultar arzobispos.  

 

Y nada más entrar en la Catedral me acordé del llamado Xacobeo, esa ingeniosidad del político genial llamado don Víctor Manuel Vázquez Portomeñe, gloria del PP de Galicia, que fue el creador del Xacobeo, que, según el gran periodista de La Voz de Galicia, don Ernesto S. Pombo, “es y sigue siendo la gran marca e industria de Galicia”. Un don Víctor Manuel Vázquez Portomeñe, de nívea cabellera, que hace pocos días -en abril último-, delante de María del Carmen Fojo Bouza, Directora de La Voz de Ortigueira, se declaró amigo del Arzobispo don Julián, contando cosiñas de él, todas buenas y ejemplares.

 


Volví a admirar el Pórtico policromado de la Gloria, del siglo XII y del Maestro Mateo, viendo al sonriente profeta Daniel entre las esculturas de Jeremías, Isaías y Moisés, y viendo más abajo a Juan Bautista y a un demonio con almas condenadas. Cuenta la tradición –según leí- que Daniel se estaba riendo de los pechos de Esther o de la reina de Saba, y que un obispo mandó rebajarlos, de ahí que el pueblo de Santiago de Compostela, en represalia, empezara a hacer los quesos con forma de “tetilla”

 

Entré para ver a “los tres Santiagos” en el baldaquino catedralicio, interesándome el “guerreiro” en lo más alto, un matamoros subido a un caballo blanco y patrón de España. Sólo indicaré hoy, que lo de Santiago Matamoros, después de lo visto (el beso del Papa Francisco al moro Ahmed  al Tayeb) y lo leído (la Carta Encíclica Fratelli tutti), parece estar ya superado (lo de matamoros).  Ya lo escribió Cunqueiro: “Patrón es el Santiago a la jineta, el montado en caballo blanco, Santiago Matamoros, que arranca desde las grandes nubes que cubren los cielos de las batallas, para caer como el rayo sobre el enemigo. El enemigo que lo es, siempre, el moro”. 

 

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