Es indudable: Italia ama lo sagrado y lo teatral, utilizando unas veces la palabra recitada y otras la cantada, con ayuda de artefactos para resonar como ecos. Italia es país de máscaras: al Norte, las marcas son carnavalescas, blancas como gatas blancas de las condesas; al Sur, las máscaras suelen ser negras, como las paisanas de la Mafia, siempre de luto; quedan las del Centro peninsular, unas muy paganas como las del Trastévere y otras muy católicas como las del Vaticano, lugar donde monseñores, también los de aquí en sedes catedralicias, a las tradicionales máscaras y mitras, añaden las mascarillas, ahora en tiempo de demonios.
Sumados los tres instrumentos: máscaras, mascarilla y mitra, el resultado es de un poderío y/o disimulo total, que recuerda al de los leones alados, cuya representación no bastan al intrínseco poder leonino, sino que añaden alas, para impresionar más, si cabe. Con máscara, mascarilla y mitra, en los funerales catedralicios por el COV 19, presididos por obispos, no resultó visible il volto de la misericordia con el que comienza la Bula del Jubileo extraordinario MISERICORDIAE VULTUS.
A mediados de los años sesenta deñ siglo XX, la editorial Aguilar tuvo la buena idea de publicar una selección de obras de todos los escritores galardonados con el Premio Nobel. En el tomo primero de los varios dedicados a Pirandello (sexta edición, 1963), “A manera de prólogo”, a cargo de Ildefonso Grande, está el texto encontrado la misma tarde del fallecimiento de Pirandello (diciembre de 1936) aunque escrito años atrás, conteniendo con minuciosidad, su última voluntad sobre el destino a dar a sus restos mortales. Dada la pretensión de la Iglesia en encontrar “lo católico” en Pirandello, ese texto es interesante, aunque más bien por lo contrario.
El texto mortis causa dice lo siguiente:
Que mi muerte pase en silencio. A mis amigos, a mis enemigos ruego no sólo que no hablen de mí en los periódicos, sino que ni siquiera den la noticia de mi muerte.
Que no me amortajen. Que no me envuelvan desnudo en una sábana. Y nada de flores sobre el lecho mortuorio ni cirios encendidos.
Carroza fúnebre de ínfima clase;: la de los pobres. Desnudo. Y que no me acompañe nadie, ni pariente ni amigos. La carroza, el caballo, el cochero, y basta.
Quemad mi cuerpo. Y en cuanto mi cuerpo haya ardido, dejad que se dispersen las cenizas, porque ni eso quiero que de mi quede. Pero, si no fuere posible, llevad la urna funeraria a Sicilia y amuralladla en cualquier tosca piedra del campo de Agrigento, donde nací”.
I.- Sin máscara religiosa: En la anterior parte (la 1ª) ya explicamos el traslado de la urna funeraria de Roma, con los restos de Pirandello , a Sicilia, previa incineración bastantes años siguientes a la muerte, al levantarse la prohibición de la legislación italiana sobre la incineración de cadáveres. Ninguna referencia hay ni en su obra ni en el texto copiado, que haga pensar en cualquier vínculo religioso de Pirandello con la Iglesia, tal como reclamaron Papas (Pablo VI y Francisco). Por cierto que en el Mueso Arqueológico regional de Agrigento se encuentra la llamada “cratera”, que fue la urna funeraria, con figuras en rojo, que contuvo las cenizas del escritor, que están abajo, muy abajo no en lo alto de Agrigento, cerca del Valle de los Templos.
II.- Sin máscara política: De la misma manera, hay otro silencio importante en la vida de Pirandello, y es sobre su pensamiento político, existiendo en su vida algún episodio destacado, como haberse hecho militante del Partido Fascistas, sostenedor de Mussolini, en 1924: un año crucial después del asesinato del antifascista y una de las principales personalidades de la oposición, Giacomo Matteotti, joven de treinta y nueve años, que casi provocó la caída del Régimen fascista, resultando, por el contrario y al fin, su consolidación.
Descubrió (Camilleri) que Pirandello, nombrado por el fascismo gobernante académico de Italia en 1929, se limitó a recoger el Premio Nobel en 1934, haciendo una larga inclinación de cabeza, pero sin pronunciar discurso alguno. Camilleri aventuró que las ideas políticas de Pirandello en 1934 eran muy diferentes de las ideas de 1924 –ya no era fascista- siendo argumento lo que el siciliano escribió en su última y inacabada obra I giganti della montagna. Concluye Camilleri que Pirandello prefirió callarse, ni elogiar ni enfrentarse a Mussolini, destacando el hecho de que no hubiera representación oficial del Gobierno italiano en la Estación Termini de Roma para recibir, de vuelta, al victorioso laureado.
Añado como dato interesante que la editorial francesa Flamarion editó un grueso volumen que tituló Tous les discours de reception des Prix Nobel de Littérature, presentés par Eglal Errera. Dicho .libro lo adquirió en 2013 y comprobé que, efectivamente, no existe el Discurso de Pirandello, figurando, no obstante, en la página 922 su inclusión en la lista de laureados, en el año 1934, situado entre el laureado Ivan Bounine, en 1933, y Eugene O´Neil, en 1936 (en 1935 no hubo premio Nobel de Literatura.
El resultado es muy curioso, pues Pirandello, que es un escritor de las máscaras, se dedicó a poner a los demás muchas (una y cien mil), quitó por completo las suyas, y casi se quedó sin rostro, pues en él no están las propias del homo religiosus ni del politicus. Lo anterior prueba lo que Malcolm Bradbury escribió sobre Pirandello en El mundo moderno:“Quería que no quedara nada que sirviera a la pompa de la Iglesia y del Estado. Y nada, pues, quedó.
Continuará con Pirandello y con Borges, muerto éste sin haber recibido el Premio Nobel, tan distintos y cercanos a la vez, y con el discípulo amado del primero, Sciascia, que no obstante ser siciliano, quiso investigar el misterio del asesinato de Aldo Moro.