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"EL LIBRO Y LA LOCURA DE DEJARSE MORIR", por ÁNGEL AZNÁREZ RUBIO

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Foto publicada en el diario "EL COMERCIO", con motivo de su nombramiento en el TSJA

                                                                                     "De todos los instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin ninguna duda, el libro. Los otros son prolongación de su cuerpo: el microscopio y el telescopio son prolongación de su vista; el teléfono es prolongación de su voz; tenemos el arado y la espada, que son prolongación de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una prolongación de su memoria y de su imaginación".
                                                                                Jorge Luis Borges. Conferencia (sobre el libro).

         


          En estas fechas de reclusión forzosa, de pánico y de angustias, bueno es acudir, serenos en lo posible, a libros, a literatura, para aconsejarnos y distraernos. Y de entre los muchos libros, me acordé de los de Jorge Luis Borges, que es autor de fantasías sublimes, incluyendo -según  él- a la metafísica y a la teologia como ramas de la literatura fantastica; que es también Borges constructor de laberintos, que son como juegos de damas (o de azar en lengua persa), muy de ahora, que son tiempos borgeanos.

          Libros, biblioteca y laberintos:
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          Las reflexiones, filosóficas, de Borges sobre los libros, se reiteran en su obra. Así en "La biblioteca de Babel", en "El Aleph", en "Del culto de los libros", en las plurales refrencias al Quijote, y en la conferencia pronunciada, en Buenos Aires (finales de los años setenta del siglo XX), titulada "El libro", que, como él dijo: "El libro, este instrumento sin el cual no puedo vivir y que me es tan esencial como las manos y los ojos". En conversación con Osvaldo Ferrari, Borges mencionó a Emerson diciendo: "un libro es una cosa entre las cosas, una cosa muerta, hasta que alguien lo abre.Y entonces puede ocurrir el hecho estético, es decir, aquello que está muerto resucita" (Diálogos, Seix Barral 1992, página 85).

      
    En el gabinete mágico, que eso es una biblioteca, "están, encantados, los mejores espíritus de la humanidad, que esperan nuestra palabras para salir del mutismo". Y añade: "el universo (que otros llaman la Biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito de galerías hexagonales". Biblioteca, en la que hay versiones en todas las lenguas, y hasta de los  libros no escritos; la "Biblioteca de Babel", escrita en 1941, de Borges, que recuerda mucho al texto, una novela, de Umberto Eco "El nombre de la rosa", de una erudición excepcional, suma de investigaciones, de citaciones eruditas y de mentiras, también con espejos, de la Edad Media  de la Abadia. ¿Qué es la vida, qué la muerte, no dejó de preguntarse? Eso está novelado, en lo de la Rosa.


          Biblioteca que es un laberinto. Borges, constructor de laberintos, que es la biblioteca el mayor y más bello laberinto imaginable como escribe Rodríguez Monegal (Conversaciones sobre Borges,1995). Laberinto que está en el poema de Borges: "No oprimir un odiado laberinto de triple hierro y fuego doloroso las atónita almas de los reprobos" ("Del infierno al cielo"). Y laberinto recordatorio del que creó Dédalo, artífice genial, en Cnosos, para proteger al Minotauro, al servicio de Minos, padre de Icaro, de alas de cera, de vuelo alto y batacazo mortal.

          Pierre Menard, autor del Quijote:

          Volví a leer, otra vez -no sé si es un cuento, un ensayo o un juego- el "Pierre Menard, autor del Quijote", incluido en "Ficciones" (1944). El imaginario francés Pierre Menard, escritor símbolista y surrealista, formando parte de su obra subterránea e inconclusa, "escribió", de nueva e idéntica manera, únicamente los capitulos noveno, trigésimo octavo y un fragmento del veintidós (primera parte) de Don Quijote (Cervantes). No me corresponde ahora descifrar el enigma de la comicidad del cuento borgeano, del ensayo o del juego: la escritura en el siglo XX por un francés, Menard, de un libro del siglo XVII, escrito por el español Cervantes.

       
   Y no me corresponde porque la absurda pretensión de Menard -únicamente relacionada con la escritura de los capitulos indicados en el párrafo anterior- no incluyen al capítulo LXXIIII de la segunda parte de Don Quijote de la Mancha, titulado "De cómo don Quijote cayó malo y del testamento que hizo y su muerte", que es el capítulo que tanto me interesa. Menard nada llegó a escribir de él y lo escrito por Unamuno no me interesa.


          Muerte de Alonso Quijano, el Bueno:

          Es dificil saber de qué falleció el Quijano. Dice el texto: "YA fuese de la melancolía que le causaba el verse vencido o YA por la disposicion del cielo". Los sobrevivientes al difunto han de saber la causa concreta de la muerte de éste; tienen derecho a conocer. Tenemos los españoles derecho a saber de qué murio nuestro don Quijote. El texto de Cervantes es confuso, pareciendo, sólo pareciendo, que murió de melancolía; más aún, existe una contrariedad, pues no hay disyuntiva lógica (O) entre una causa concreta y específica -la melancolía- y una generalidad -la disposición del cielo- (siempre se muere por disposición del cielo).

          Ciertamente que razones tuvo don Quijote para morir de melancolía, pues regresó a su aldea muy humillado por amistades y amores, "con tristeza grande y permanente y que hace que el que la padece no halle gusto ni diversión en cosa" - que eso se dijo es la melancolía. El médico ratificó la misma: "Melancolías y desabrimientos le acababan" -dijo-. Sancho Panza, llorando, ante el lecho de muerte, dijo: "La mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir sin más  ni más, sin que nadie le mate ni otras manos le acaben que las de la melancolía".

 
Morir de melancolía debió ser dejarse morir de pena, a modo de un suicidio por depresión, y eso Sancho Panza, tan vitalista no lo podía aceptar, no comprendiendolo. De ahí su sabio consejo: es una locura dejarse morir, y es una locura estando el Bueno de Quijano tan cuerdo. Sancho Panza hizo lo que todos haríamos ante el que se quiere morir o matar por pena o penas, reales o soñadas: es una locura; es la mayor locura.


En estos tiempos de pandemia, también sigue siendo de mayor locura lo de dejarse morir.

          A.Aznarez


         


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