Quienes por una u otra razón estamos vinculados a la gijonesa calle de La Merced – que en el fondo, por céntrica, somos todos los ciudadanos- nos hemos visto sorprendidos por la propuesta y aprobación en el último Pleno del cambio de nombre. Ahora, si esto prospera, que esperemos que no, pasaría a llamarse calle de José Manuel Palacios. Un “relevante” político gijonés sin duda. Pero sin ninguna vinculación con este espacio, hoy peatonal, en el que durante bastantes años se ubicaron –se ubican- entidades dedicadas a la cultura y comercios, unos de toda la vida y otros innovadores, resultado de la renovación generacional. El teatro Arango, las librerías Cornión, Paradiso, Coocorota… Y qué decir de sus salas de exposiciones: Cornión, Altamira, que ahora regenta la segunda generación, Adriana Suárez; la recién inaugurada sala Bea Villamarín. Algunas personas recordarán aún el Rincón del Arte, Vina con sus trajes regionales, la señera droguería Asturiana, aún en funcionamiento; una librería de lance de la que ni tan siquiera recuerdo el nombre. En resumen, que siempre ha sido una calle muy dada a la cultura y al arte. Y últimamente, con su peatonalización se han instalado en ella comercios especializados. Así, si usted quiere comprar un sombrero –que es difícil de encontrar-, pase por la calle de La Merced. Un té de primera, pues allí mismo lo encontrará, pequeños comercios de regalos originales regentados por una generación de gente joven que le dieron una vida nueva, respetando su pasado. Por eso, y también por los argumentos de pérdidas económicas que esgrimen los comerciantes, no debería de cambiársele el nombre. Y menos por el de un político. Tal vez, si hubiesen propuesto una persona relacionada con el arte o la cultura… Pues tampoco, qué quieren que les diga. Que no habrá calles en Gijón para asignarles a los políticos sin tocar aquellas que se llamaron así de toda la vida y que tienen un significado muy especial para quienes la pateamos tantas veces. O sea, para casi todos los gijoneses.
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