Tras casi cuarenta años ejerciendo de notario, Ángel Aznárez fue elegido el pasado marzo –en el turno de juristas de merecido prestigio– magistrado de la Sala Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de Asturias por el pleno del Consejo General del Poder Judicial. El que fuera
miembro del Comité Editorial de esta revista durante muchos años, expone en esta entrevista cómo afronta este nuevo reto que le traslada “de la Fe a la Justicia ”.
–Como jurista de reconocido prestigio, el pleno del Consejo General del Poder Judicial le eligió magistrado de la Sala Civil y Penal del TSJ de Asturias. ¿Qué supone para usted este nombramiento? ¿Cómo afronta esta nueva etapa?
–El nombramiento lo “sentí”, más que con contento, con preocupación.
Mi decisión de “pasar” a la Magistratura , que supone sacrificios respecto de mi anterior estado, así como la mucha confianza en mí depositada por el Parlamento (asturiano) y fundamentalmente por el Consejo General del Poder Judicial, me sobrepasaron en algunos momentos. Ahora estoy muy contento y convencido de que aquella decisión, en su origen emocional, fue acertada también desde lo racional. Tengo muchas ganas de trabajar en mi nueva tarea y trataré de aportar lo más y mejor que sepa y pueda, con serenidad, con mucha serenidad. Es para mi un honor integrarme en la Carrera Judicial , lo cual es demostración de la excelencia profesional que atribuyo a muchos, a muchos, jueces.
Pasé, pues, de la Fe a la Justicia , y esto –permítaseme el desahogo– es “la de Dios”. Acaso por eso, desde hace años y sin ser consciente, estudié Teología, y la sigo estudiando.
–¿Qué puede aportar un notario a la magistratura?
–Creo que la función básica del notario, que consiste en escuchar a los demás para trasladar a papel –escritura– contenidos de voluntad, es muy importante, también para juzgar. Haber estado muchos años cercano a los otros, con los demás, “a pié de obra”, conociendo muy bien los problemas de la gente, facilitará –espero– la difícil función jurisdiccional, que presupone conocimientos técnicos y comprensión humana.
–¿Qué balance haría de sus 37 años ejerciendo como notario?
–He tratado siempre de resolver problemas y no crearlos. ¿Cómo es posible causar problemas a quienes confían ciegamente en uno, en el notario? Gracias a mi función, la de Notario, poco a poco, fui adquiriendo una madurez humana, a base de reflexión y de decisión, que me resultará fundamental para mantener la serenidad en mis juicios. Ese es mi balance, muy positivo: al Notariado debo y quiero mucho; jamás lo olvidaré, forma parte de mis entrañas, y nunca seré indiferente.
–En los últimos años, el Notariado ha ido asumiendo nuevas funciones como la prevención de delitos económicos, el arbitraje, la mediación, la jurisdicción voluntaria… ¿En qué medida pueden contribuir los notarios a la agilización y mejora de la Administración de Justicia?
–No hemos de distraernos con accesorios: lo principal sigue siendo la seguridad jurídica preventiva; aquello, ya antiguo y muy vigente, de “notaría abierta, juzgado cerrado”. El problema surgió en la primera década del actual siglo, cuando el peor de los “mercantilismos”, también, alcanzó al Notariado.
No son compatibles principios notariales básicos, como el de legalidad
y el de imparcialidad, con tácticas de un pseudo marketing para “atraer” clientelas, envenenando las relaciones personales entre los notarios. Y resuelto eso, podemos empezar a debatir y demandar nuevas competencias.
–A pesar de la demora actual –en la que un asunto en primera instancia tarda 272 días de media en resolverse–, España es el tercer país de Europa con más pleitos (por detrás de Rusia y la República Checa ) ¿A qué cree que es debida esta situación?
–España es un país estructuralmente muy injusto. Eso explica muchas
cosas. Acudir a los jueces, con todos los inconvenientes, resulta que es el último recurso de millones de personas que se sienten atropelladas. ¡Qué muestra de atropellos la actual crisis plural ha destapado! Frente a abusos de las llamadas “élites económicas”, solo queda la Justicia. ¡Cómo no! Y la
Justicia ha de responder y con contundencia.
–En su calidad de colaborador asiduo en la prensa y miembro del Comité Editorial de esta publicación, es un observador privilegiado de los medios de comunicación ¿Cree que el tratamiento informativo de la Justicia es adecuado?
–Es muy complicado por la propia complejidad de las funciones de Justicia y de informar. Una cosa es la realidad y otra la apariencia, sufriendo muchas veces los jueces reproches que me parecen totalmente injustificados. En cualquier caso, una colaboración y relativa cercanía entre la Justicia y los medios de comunicación, me parece esencial, pero siempre con condiciones.
Por cierto, formé parte del Consejo Editorial de “Escritura Pública”
desde los años noventa del pasado siglo, a requerimiento del notario José Aristonico García, que recuerdo con afecto y cariño, y que extiendo
a los notarios decanos José María de Prada, Juan Bolás, Pepe Marqueño, Antonio Ojeda, Guerrero, con los que lealmente colaboré en mayor o menor medida, no habiendo sido jamás militante en ninguna guerra –de ello pongo de testigo a mi querida Ana Togores–.
–Cuentan que Stendhal releía todos los días el Código de Derecho Napoleónico antes de ponerse a escribir,‘para coger el tono’. ¿Siguen siendo los textos jurídicos –sentencias, leyes, resoluciones…– un modelo de
precisión?
–Vayamos por partes. Es ya un tópico en la Ciencia Jurídica lamentarse
de la mala calidad técnica de las leyes, pero hay que comprender que el legislador ha de actuar con premura, dando respuestas a grandes problemas coyunturales y económicos. Son los economistas los que han sustituido al legislador clásico. Hay que tener en cuenta, además, que la labor legislativa en sociedades complejas es muy difícil, y que la estética de los textos ha de pasar a segundos planos. Y hay que decir muy alto que se siguen encontrando sentencias, muchas, de gran calidad y sabiduría, así como resoluciones administrativas formidables –pienso en las de la Dirección General , la de los Registros y del Notariado–.
–Como miembro de la Comisión de Urbanismo y Ordenación y presidente del Jurado de Expropiación del Principado, ¿cómo ha vivido el desarrollo
inmobiliario producido en los últimos años?
–Pues como lo que fue: un arrebato y obcecación, una locura colectiva,
por avaricia y codicia que casi todo lo infectó. Es inexplicable que las llamadas “élites” económicas hayan hecho dejación de sus funciones y se hayan puesto, ciegas, a la cabeza de los despropósitos. Las élites económicas españolas deberían hacer un profundo examen de conciencia sobre lo ocurrido en este país.
–Ha sido profesor de la Escuela de Práctica Jurídica del Principado de Asturias y en las Universidades de Salamanca y Barcelona ¿Qué consejos daría a los futuros juristas?
–Primero: que en sus años mozos estudien mucho, mucho; hagan esfuerzos, ejercitando la memoria, tan esencial al entendimiento. Segundo: que aprendan lenguas extranjeras. Tercero: leer mucho y bueno para saber muy bien hablar
y escribir. Cuarto: la llamada por los clásicos subtilitas adplicandi, es decir,
aprender y practicar técnicas de lógica y argumentación jurídicas. Yquinto: nada vale todo lo anterior, si lo nuclear, lo más profundo, corresponde
a un cafre, incluso ilustrado; o sea, a una no Persona (con mayúscula),
desvalorada.
–Por último, una indiscreción: ¿cómo preferirá ser recordado: como notario o como magistrado?
–La pregunta no me parece indiscreta, sino optimista. La dimensión profesional y la afectiva o familiar son muy importantes, diría que fundamentales. No utilizar a los demás, no causarles daño, me parece
esencial para todo, incluso para el recuerdo. Los oropeles y adornillos,
para mí, forman parte de eso que reitera la Biblia (los libros sapienciales):“
Vanidad de vanidades y atrapar vientos”. Distraerse con fantasías muy efímeras me parecen distracciones para tontos, aunque se
consideren muy listos, y quedo indiferente. A todo eso, con una corneta
o cornetín de feria, canto el “¡a mi plín!”.