Del blog "Mi mundo de inocencia" |
Esas mujeres que convierten a los maridos en despojos a base de desprecios, de frases hirientes, de ningunearlos delante de los hijos, de echarles la culpa de todo. Quieren que trabajen para que ganen mucho dinero para ellas pero a la vez quieren que estén en casa para resolverles todas las situaciones. Acaban deshaciendo la familia, los hijos acaban despreciando al padre y el padre despreciándose a sí mismo. La solución suele ser prácticamente imposible. El marido no se atreve a pedir la separación por miedo a perder los niños. La mayor parte de las veces, después de aguantar lo indecible, la mujer se acaba marchando con los hijos porque encuentra otra persona a quién manipular y él se queda sin los niños que es lo que temía desde el principio. Mi consejo para las personas en esa situación es que corten lo antes posible, porque soportar lo insoportable no garantiza que las cosas se arreglen.
En el caso contrario, la violencia del marido hacia la mujer, que hay que reconocer que es lo más frecuente, cuando es física es más fácil de demostrar pero estamos viendo cada día que es muy difícil de solucionar porque aunque consiga demostrarse, a él sólo se le puede exigir que no se acerque a su mujer y aunque se intenta vigilar a esos monstruos, es casi imposible de conseguir, y desgraciadamente comprobamos que cada día hay una nueva víctima mortal, un marido que mata a su ex mujer y luego se suicida o lo intenta. Esa frase tan horrible "Mía o de la tumba".
Mi consejo es intentar conocer a la otra persona al principio de una relación y si ves que alguien es demasiado posesivo o que intenta que te vistas como él quiera, que sólo veas a quién él quiera, desconfía y rompe con él en ese momento sin que vaya a más.
Recuerdo cuando era joven que tenía una amiga que salía con un chico que le decía que cuando se casaran la iba a encerrar en casa y no le iba a dar la llave porque la quería sólo para él. A ella le parecía que eso demostraba que él la adoraba pero a mí me parecía muy raro. No la veíamos casi porque él no la dejaba salir con nosotras. Yo la aconsejaba que lo dejase y aunque no lo hizo, él acabó dejándola. Yo me alegré porque estoy segura que hubieran acabado mal
Cuando yo estaba estudiando en la Universidad y tenía unos veinte años, salí una pequeña temporada con un chico que me gustaba mucho, era moreno con unos ojos negros muy intensos. Iba a buscarme a clase y como yo salía charlando con algún compañero se enfurecía, yo me reía porque me parecía tan absurdo, lo normal para mí era charlar con los compañeros, (bueno, con todo el mundo ya que soy bastante charlatana). Así salimos unos cuantos días, hasta que una tarde nos encontrábamos en una cafetería y en la pared de la mesa que estaba al lado de donde estábamos sentados había una piel de algún animal que no recuerdo. Él se quedó mirando a la piel y me dijo: "Si pudiera te metería en esa piel y te llevaría a casa conmigo". A mí me asustó de tal manera que en ese mismo momento decidí que no quería verle más pese a que me gustaba mucho. Así que le conté una historia piadosa para no herirle pero que le quedase claro que no íbamos a salir más. Nunca le volví a ver.
Debo haber tenido suerte porque nunca he tenido problemas, siempre que he dicho que no a alguien, que por aquello no pasaba, me han hecho caso sin rechistar. Quizás aquellos eran otros tiempos.
No puedo estar más de acuerdo con este artículo de mi amiga Virginia. Conozco más de un caso esta violencia a la que hace referencia.