Posiblemente a casi nadie le suene el nombre de Rafael Meré. Primero, porque estamos acostumbrados a olvidar con facilidad y, segundo, porque si uno puede atribuirse algo que no ha hecho, pues mejor que mejor.
Y algo de esto último ha sucedido con el Museo Internacional de la Gaita , hoy ubicado en el Pueblo de Asturias. He oído con estupefacción cómo quienes hoy velan por el patrimonio etnográfico atribuían la creación del museo a quien nada ha tenido que ver en su fundación. Posiblemente sí en su traslado al Pueblo de Asturias. Pero no es lo mismo.
El museo fue fundado en el año 1965, y el Pueblo de Asturias en 1969. Las fechas ya hablan por sí solas. La iniciativa y gestión preliminar estuvo a cargo de Daniel Palacio – de quien nadie habla- y el trabajo de recopilación de gaitas y documentación de todo el mundo lo hizo un hombre menudo, enjuto, callado, discreto…, que se llamaba Rafael Meré. El resto fue cosa del Ayuntamiento, a la sazón encabezado por Ignacio Bertrand.
Rafael Meré pertenecía a esa generación de ilusos que en el siglo pasado trabajaban
a cambio de nada, simplemente porque amaban lo que hacían. Una antigualla en los tiempos que ahora vivimos, en los que cualquier iniciativa va precedida de muchos euros. Entonces, en la década de los sesenta y de los setenta también, los recursos eran escasos y había que entregarse a las causas en condiciones difíciles. Trabajo, honradez y austeridad eran posiblemente los únicos mimbres de que disponían. Tres características que poseía Meré sobradamente y de las que puedo dar fe. Como ya dije, era un hombre menudo, de eso que pasan desapercibidos allí donde van. Siempre la misma gabardina, austeridad en todo su atuendo, ningún signo externo que revelase que era un sobresaliente especialista en el conocimiento de la gaita y su música: lo era. “Yo no me casé -me decía entre risas y bromas en nuestras frecuentes conversaciones-, pero todo el mundo tiene que poner una gaita en su vida, yo decidí poner unas cuantas”.
Casa de los Valdés, actual ubicación del Museo de la Gaita |
Él la dedicó – la vida- al estudio de ese instrumento tan unido al folklore y a las costumbres de los pueblos. Pero no se conformó Rafael con estudiar la gaita asturiana, la de las romerías, las procesiones o cualquier manifestación lúdica, fue mucho más allá: le interesaban las gaitas de todo el mundo. Yo, que he visto nacer el museo, fui testigo de cientos de cartas que enviaba a un país y otro, solicitando información, fotos, cualquier aportación histórica del instrumento cuyos orígenes él remontaba al siglo VIII. Era frecuente verlo intentando traducir un texto encontrado en cualquier revista francesa, inglesa o del idioma que fuera, preguntando a todo el que se le ponía a tiro si hablaba tal o cual lengua. Toda la información alusiva al instrumento le interesaba.
Y así, con un coste mínimo – algunas veces un simple sello de correos- fue reuniendo gaitas, documentación, iconografía…, hasta que el museo fue una realidad.
Antes de estar en el Pueblo de Asturias, se ubicó en la entonces oficina de información y turismo en un lateral del antiguo Instituto Jovellanos. Un espacio que pronto se quedó pequeño para tanta información recopilada. Como es sabido, ahora está en la Casa de los Valdés del Pueblo de Asturias. Pero eso se hizo posteriormente, cuando ya Meré había fallecido, por lo que no es correcto – como afirman algunas personas- decir que el Museo Internacional de la Gaita nació a la sombra del museo etnográfico. Nació por el tesón y el esfuerzo de un hombre excesivamente modesto que dedicó su vida a la investigación de este bien cultural que es la gaita. Olvidarlo es una ingratitud imperdonable.
Isabel Moro