Mucho ha cambiado el mundo de la información en los últimos años. Por supuesto, para mejor. Pero, esos cambios se han llevado por delante algunos placeres, que quienes ya tenemos una edad hemos tenido, y que ahora han sido sustituidos por otros que seguro también lo son –placeres-, pero que nos resultan algo más complicados y menos cercanos.
La televisión, la radio, las redes sociales, nos ponen al corriente, en tiempo real, de lo que acontece en cualquier parte del mundo. Es importante saber lo que se cuece más allá de nuestro entorno, al otro lado del océano, pero la mayor parte somos ciudadanos de a pié que, sin desdeñar lo que sucede allende nuestra fronteras, nos interesa, y mucho, lo que pasa en la ciudad en la que vivimos. Eso, no lo dudo, es provincianismo, pero no me importa.
Una, que es hija de periodista –aunque no lo fuera de facultad, sí lo fue de hecho-, conoció desde muy pequeña el olor que desprende el periódico que un repartidor colocaba en la puerta de casa a primera hora de la mañana, el placer de leer las noticias a la vera de una taza de café servida en la cocina: un ritual indispensable para empezar bien el día. En mi caso concreto, recuerdo las pequeñas disputas familiares por coger el primero “El Comercio”, que por razones obvias era el de cabecera en mi casa, o esas prisas que le metíamos a quien nos precedía. Luego venían los comentarios a tal o cual noticia, con preferencia las locales, las que sucedían en la ciudad, las que protagonizaban nuestros vecinos o nuestros políticos. Curiosamente, esto no ha variado demasiado, me refiero al interés por las cosas locales. Seguimos comprando el periódico para ver qué sucede a nuestro alrededor, del resto ya nos informa la radio a primera hora, o la televisión. Hoy, sin ir más lejos, todo el mundo estaba pendiente de las fotos que el diario publicaba de la “olona” que invadió el Muro. Varias veces me han preguntado a lo largo de la mañana: ¿Has visto la foto en el periódico? Y me consta que también nos la sirvió la televisión, y casi en tiempo real. Pero había que verla en el periódico, en nuestro periódico; porque, además, era nuestra ola. Y lo nuestro seguimos queriendo constatarlo en ídem medios, en aquello que consideramos inseparable de la vida de la ciudad: la prensa local. Mi padre decía, hace ya muchos años, que lo que no sale en el periódico no existe. Por eso una, que por imperativo de la modernidad, ya lee en el Kiosco digital, barrunta que queda prensa escrita para rato. Que así sea.
Isabel Moro