Todos los niños y todas las niñas del mundo tienen los mismos derechos. Así lo establece la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) que ahora cumple 24 años, pero vivimos en un planeta de profundas desigualdades e injusticias que socaban los derechos más elementales de millones de niños.
Katerinetenía un hijo que enfermó gravemente. Vivían en una zona de selva y para llegar al hospital había que cruzar un río. Katerine no tenía dinero para pagar lo que costaba el billete del deslizador que cruza el río, y su bebé no sobrevivió.
La pobreza provoca muertes como esta, que se pueden evitar. Y se consiguen evitar miles cada día, como revela la historia de Regina, en Mozambique, el tercer país más pobre del mundo. Tiene 22 años y tres hijos, su marido no tiene trabajo y cada día no es fácil sacar a la familia adelante. La buena noticia es que todos sus niños están vacunados contra varias enfermedades mortales, y no les ha costado nada.
En lugares como Filipinas o Siria, donde millones de personas se han quedado sin nada en terribles situaciones de emergencia, las familias huyen de los escenarios del desastre o del conflicto en busca de lugares seguros y sus vidas pasan a depender de la ayuda humanitaria.
Es urgente salvar vidas, pero hablar de derechos humanos va mucho más allá. Supone hablar por ejemplo de participación en la sociedad, o de acceder en igualdad de condiciones a servicios básicos de calidad. Para lograrlo, la ayuda a medio y largo plazo es fundamental, porque va minando las raíces de la pobreza y construyendo sistemas básicos. Las organizaciones como UNICEF trabajamos día a día en esos dos frentes: brindando el apoyo necesario para la supervivencia, y en programas a largo plazo para el desarrollo sostenido de comunidades y países.
Es un trabajo de todos que suma grandes logros gracias, en primer lugar, a los propios gobiernos y comunidades de países con pocos recursos que deciden que la infancia es una prioridad, y a las miles de ONG y entidades públicas y privadas que trabajan por la infancia en los rincones menos afortunados de la tierra.
Este esfuerzo mundial no sería posible sin el decidido y sostenido apoyo que, desde los países con más recursos, prestan personas, empresas, administraciones públicas, fundaciones, medios de comunicación y entidades de distintos ámbitos. Por eso todos tenemos motivos para celebrar los avances para los niños y sentirnos partícipes de los progresos para su supervivencia y desarrollo.
Hay muchas estadísticas que demuestran esos avances y, entre todas ellas, destaca, por lo que supone en vidas salvadas, la reducción de la mortalidad infantil en un 47% en 22 años. Este porcentaje significa que entre 1990 y 2012 se ha evitado la muerte de unos 90 millones de niños menores de cinco años.
Lamentablemente, a pesar de los avances, 18.000 niños mueren cada día porque sus familias no tienen medios para garantizar su subsistencia: la desnutrición está detrás de la mitad de estas muertes, como causa indirecta y, junto a ella, de forma directa, enfermedades como el sarampión, la neumonía o la diarrea. No hay crisis que lo justifique.
Son situaciones extremas, de hambre, de guerra, de vida o muerte. En otras partes del planeta, en el mundo rico, los niños también necesitan que sus derechos se vean plenamente cumplidos. En España, que es la economía número 14 del mundo, la pobreza infantil ya supera el 27%, con más de 2,2 millones de niños que viven por debajo del umbral de la pobreza, sufren distintos niveles de necesidad y riesgo de exclusión porque sus familias no tienen ingresos suficientes para mantener los niveles de bienestar que deberían ser accesibles para todos en un país como el nuestro.
Todos, en cualquier lugar del mundo, en cualquier momento y en cualquier situación, tienen exactamente los mismos derechos. Sigamos luchando por ellos.
En Asturias lo hacemos: las organizaciones de infancia, los miles de socios y colaboradores que nos apoyan, empresas, fundaciones, administraciones públicas, el Parlamento, los medios de comunicación y entidades de distintos sectores (la cultura, el deporte…) para, juntos, promover los derechos de todos los niños y niñas. Gracias por este compromiso de todos.
ÁNGEL NAVAL BALBÍN