El militar y humanista retrata en su última obra, que presenta el viernes en el Ateneo Jovellanos, la evolución de Rusia en los últimos años
«A solo 70 kilómetros de Moscú, la vida de la gente es diferente a la de la capital, que ha vendido su alma para parecerse a Las Vegas»
«A solo 70 kilómetros de Moscú, la vida de la gente es diferente a la de la capital, que ha vendido su alma para parecerse a Las Vegas»
Exdelegado de Defensa del Principado de Asturias y Premio Aulas de la Paz, Rafael González Crespo (Santander, 1947), escritor y viajero impenitente que ha hecho de Rusia su segunda patria, militar y humanista, presentará el próximo viernes en el Ateneo Jovellanos su último libro, 'Cambio hoz y martillo por 4x4 con lunas tintadas', varias estampas vívidas del gran gigante eurasiático, paseando la mirada y los sentimientos por Moscú, San Petersburgo o Klintsy, población donde junto a la ONG 'Un hijo más' acudió en años pasados para prestar apoyo solidario a niños en situación precaria, dentro del radio de afectados por la catástrofe nuclear de Chernobyl.
Rafael González Crespo posa en su despacho con una portada de Culturas. :: LUIS SEVILLA |
-Apela en una de las dedicatorias del libro a «todos los que creen que los pueblos pueden ser hermanos». ¿Teme que lo acusen de abogar en favor de la Alianza de Civilizaciones?
-(Risas). No es ese el sentido... Lo que quiero decir es que los rusos no son tan distintos de nosotros. Y la Alianza de Civilizaciones no me parece mala idea, aunque una cosa es predicar y otra dar trigo...
-Llega a afirmar que los rusos son como nuestros primos hermanos...
-Son absolutamente mediterráneos en su ingenio. Mientras los norteamericanos se dedicaban a investigar el comportamiento de la tinta de los bolígrafos en el espacio, ellos llevaban lápices...
-Establece una diferencia notoria entre Moscú y la Rusia profunda. ¿Cuál es esa distinción?
-Rusia tiene doce husos horarios. Y a solo 70 kilómetros de Moscú, la vida es otra. El 85 por ciento del dinero circulante está en la capital, que crece en una dirección que a mí no me gusta, porque ha vendido su alma para parecerse a Las Vegas o Nueva York.
-Dicen algunos historiadores y usted mismo que una parte de la población está volviendo los ojos a Stalin. ¿Nos explica ese fenómeno social?
-Se puede explicar, en parte, porque los rusos aman el orden, que Stalin encarnaba. Prefieren la mano dura a vivir en el desastre.Y también hay que decir que el 21 por ciento de la población mantiene su voto a los comunistas. Fue muy famoso el episodio en el que se tiró una estatua de Lenin, pero la simbología comunista sigue estando muy presente, como parte de su historia. Lo que yo advierto es que quieren un país unido y que avance.
-En uno de los episodios, relata la aventura -o desventura- en la que les multaron por llevar apagadas las luces del autobús en pleno día, para volver a sancionarles en el siguiente control por llevarlas encendidas...¿Se corren todavía esos riesgos por las carreteras rusas?
-Lo cuento con 'animus jocandi', aunque la verdad es que las pasamos de todos los colores... Eran los años 90, en los que se padecía hambre de verdad y proliferaba la picaresca. Épocas en las que surge lo mejor y lo peor del ser humano.
-De otro lado, el amor que sienten los rusos por el arte. En una clasificación que reseña, de los diez primeros héroes que allí se consideran, cinco son escritores...
-Es que la educación básica en la extinguida Unión Soviética fue muy buena. Y el aprecio por el arte. En todas las ciudades rusas, se celebra cada año el aniversario de la muerte de Pushkin, al que acuden cientos de personas. Disfrutan de la cultura.
-Ateniéndome a su guía, ¿una visita a Moscú ha de incluir necesariamente la calle Arbat, la Maniesznaya -para los más jóvenes-, el mercadillo de Ismailovo y el parque Gorki?
-Sería el itinerario perfecto para un día, que si se hace en metro permite conocer muchos otros alrededores. El parque Gorki ha sabido combinar el sabor antiguo con las novedades.